Hoy tocaste maravillosamente – le dijo - lo
habían aplaudido a rabiar, pero no la escuchó, nombraba las medusas que
habitaban frente a su mar, frente a esa mansión en mitad del bosque y un riachuelo
perdido. Ven, abre los brazos, deja
vestirte de maestro, de director, tú eres un artista – le decía – luego de cada
función, para que se acostara solo como siempre había estado. Comenzaba a
comentarle su gran noche y su mente se disgregó, como era habitual, en el
silencio nocturno.
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