Ay..¡ esos golpes
tamborileando este martes
tamborileando este martes
esa subyugada nota quinceañera.
Se enreda a este frío
que inicia el otoño
la bandurria inquieta,
la bandurria inquieta,
el color de plumas más ardiente
metido en el oído verde
metido en el oído verde
del olor caliente en los hoyos
de alguna construcción
y camino como hojilla seca
y camino como hojilla seca
crujo como una piel
obrera
cuando te busco entre la pila
de bosques que comienzan
su desnudo
de bosques que comienzan
su desnudo
y la tortuosa banderola de la ciudad
haciendo ahíta más ruido
que los árboles.
que los árboles.
2
nuestra vivienda
en el oleaje del río
musitando la desgracia
musitando la desgracia
de los gusanos en la vertiente
que acoge al monstruo
que acoge al monstruo
y la noche acerca su plumaje
como una muñeca desvaída
guardada
y quieren que la quieran.
Su raja huele a manzanar
desde que no existen los sauces quietos
desde que no existen los sauces quietos
a pluma vuela murmuramos
sobre los que dejaron el oído
sobre un charco pestilente.
3
Remontamos
por calles solitarias,
por calles solitarias,
esperando conversar
sobre otros mundos,
sobre otros mundos,
otros modos de hablar
sobre el llamado
girasoles dormidos
sobre el llamado
girasoles dormidos
sedientos morrones del silencio
que sin embargo hacen brillar el verdirrojo
día en los escombros.
día en los escombros.
4
El tambor suena estridente
como un río aledaño
como un río aledaño
como la voz marchita de la calle muerta
y los pelícanos que graznan
con la tesitura del hambre
y se retiran.
Viven los troncos de los autos detenidos
entre carpas de pescados y mariscos naranjos
con un sueño vivaracho oliendo a alcohol
y birra de ajos
suculentos moños de buitres
pescando las cabezas en el viento.
Corren los niños como lobos perdidos
de noche.
de noche.
Respiran veloces como hierba marchita.
Bebe rápido que te pillaran los desocupados
si no asciendes a la cuesta,
y hay un laberinto pintado de amarillo
gritando entre esos animales.
5
No me canso de la descripción
vivo aquí y pienso en ti
cuando llegues miraré tu cuello
y los timbales de tus labios
amedrentarán a los duendes de la
imaginación,
y los timbales de tus labios
amedrentarán a los duendes de la
imaginación,
nos trae a tierras nuevas
como relámpagos cansados de brillar,
como relámpagos cansados de brillar,
por eso quiero tenerte a mi lado,
que veas lo feliz de la piedra
en el siglo mojado
de una cuenca llena
de una cuenca llena
el útero feliz de la tarde
bebiendo peces y ojos de colores
como el ramo que llevas
para mí a la ceniza
para mí a la ceniza
y veré otra vez entre los almácigos de antaño
cuando eran pequeños los umbrales y las hojas
los pámpanos frutales de los años niños
que cobijábamos
en el bolsillo del pantalón.