CAMILLE
(1864-1943)
Ana Rosa Bustamante
"Tras
apoderarse de la obra realizada a lo largo de toda mi vida, me obligan a
cumplir los años de prisión que tanto merecían ellos……no quede yo para siempre en esta nada con barrotes que es la prisión de
locos, donde mi madre y todos ustedes me han confinado, por haber tratado de
ser Camille y mujer, Camille y artista, Camille y amante y libre”.
El
beso de mármol
Cuando sea un árbol voy a parar al viento
en la rama
del invierno estaré
viendo las aves en su vuelo que van a otro lugar,
cuando navegue los ríos con el sedimento en mi boca,
esos que aplacan y acallan sin matar,
mis manos de sordos hablaran
por los ojos inertes del metal,
con ese lodo,
con ese ruido
voy a defender el sol en mis latidos,
el crujido de mi casa en la rivera donde solía
soñar,
y las hojas de mi historia cinceladas con la lumbre
de la oscuridad,
las borre mi sangre cuando vuelva con el viento.
La
araña no hila y
no
hay perros que avisen,
no hay gritos, ni manchas confusas, ni niños,
somos los fallidos, los perdidos, fósiles dormidos,
todo está tranquilo al final de los años,
que unimos horas iguales a la derrota
y nos murmura solo el sol y el agua y la urbe no me
recuerda,
mi mano no da señas, si ya casi estoy dormida.
Cuando
sea un árbol, no tendré que ver con la
pena,
Clotho
es un adorno en el jardín, virtuosa
habitante
sin
agosto sin ángeles sin pensamientos.
Mis raíces en los brazos de un difunto surcan el frío del mármol, y abrigaré su
espalda por los estandartes que ya no flamean,
y la primavera en mi corteza
teje flores que llevarán al
cementerio, lazo turbio
la fiereza de los que guían el mundo.
No
sé dónde estaré aparcada mintiendo a eruditos
y a beatos por ese cuerpo frío, por ese llanto tieso,
cuando mi voz calle a la lluvia su caída, silenciándola
como un buitre poderoso sobrevolando tu corona,
el pensamiento displicente al tamboreo, no pretenderá satisfacer
a la palma cóncava con sed
la muda quietud de mi herida.
Mis
frutos serán comidos sin más luz que mi osamenta,
desnuda, fría,
maté a la que fui y el caduco cielo
vació los remos,
desde entonces,
en mi
casa estoy mirando gestos errando sin saber adónde ir
y no logro esculpir
mi viaje,
y una garra atesta en mi cuarto,
cuando sea un árbol solo en el desierto,
impunes van a hundirme en mis entrañas
el corazón de una gacela y
preguntarán por mí al final de mis días
si hay
una que muerde en primavera,
un diente ausente se nota, enfin,
No
tolero ordenada la bandada sin mis patas sigilosas
que
migran la absurda rinconada con sed y hambre,
una gota de sangre va marcada debajo de mi lana por el comprador.
Cuando alto era el vuelo me volvía pájaro y oveja negra que el baladro remeció en la urbe antes de saludar,
ahora arrecia con un sueño
deshilachado y no hay un cielo
que escarmiente a la aherrojada de su vuelo su peregrino tranco,
ni provisión ni gránulo que en la vera de los tiempos sigan a esta
aldea en la gloria,
entre mosaicos húmedos y grises estoy en realidad tiritando,
a contracorriente la
mutilación es un ardid de rumbos, sigue
todo en más
como si nada sucediera
y mi garganta pide perdón,
pero, emancipada de las burbujas el silencio aún me nombra,
y mis cuerdas merodean las palabras en la ondulación
de la llama,
la duermevela
de mi velador,
el bronce las yemas,
la brutal tempestad.
https://historiaenfemenino.wordpress.com/2012/04/24/camille-claudel/
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