Une chefküngekey ketran, kotüael
El trigo se limpia antes de tostarlo,
dice.
Recostada en un peñón
como una lagartija
soleada,
sus ojos alzados a las araucarias
sostienen su corazón
repartido entre edificios,
allí lame sus heridas como perro solo.
Los troncos estiran sus raíces
buscando ríos,
lejanos ríos
que hierven en lechos envenenados.
Los semblantes gimen su trompe
como niño herido,
alza su mano,
rasguña la teta,
muerde y bebe,
sabia oscura
bajo el cielo gris
de una tormenta.
Sus sueños infantiles
en ella duelen,
en la marea
señalan,
iniciando el compás
sobre el comienzo del mar
hace tiempo.
Antepasados murmullan
sus estrellas agitadas
sus correrías
y el zarpazo
de la vestidura,
las pupilas del tuétué
sorprendidas.
¡Oh, Pillán, qué le has hecho ¡
¿qué envuelve ella en su puño?
que no puede extender los dedos
al kowüill
que ya está maduro.