foto. Wight Andrew
Los árboles rasguñan.
El pecíolo de una flor escribe.
Justo hay un trino enfriándose.
Así dejé mi casa la invadí de vacío.
Cuando nadie cogía en las costillas
el hierbajo acumulado
debajo del techo.
Y nadie vio a la niña
acostada mirando
sus vestidos sucios sin zapatos.
El mar lejos de su frente que oye sin embargo
haciendo guiños.
Que nadie ve que nadie lee
que no conoce nadie el nombre de su ausencia
ni el silencio desesperado de su labio mordido.