No sé cómo
expresarme.
Las palabras quedan adentro desgastando
el ánimo,
abrumados
preparamos el discurso a los románticos
cansados del
trasnoche
cuando duermen gorriones
en el musgo.
Bosquejo la forma
de convivir
armar los huesos
del dolor y el placer
de bebernos de un
trago
las ganas de
poseernos
por rutina,
mientras
mencionas
lunas, estrellas,
objetos inasibles
y los gestos se
repiten
para no
distraernos
de ese intento sanguíneo
de no rodar.
El mutismo nos
hizo mirar hacia la ventana gris
donde los palomos
están entre paredes
dormidos,
y los insectos parecen
alumbrar
a los tristes
con su soplo
ácido marchitando las verdes hojas
del verano otoñal.
Llueve este tarde
de domingo.
En el umbral se
aglomeran atentos
los compradores
que caminan por
las calles
solos.
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