Por qué no he podido a pesar de los embustes
reconocer que no soy capaz,
no soy capaz de sostener sola esta tierra,
esto de sentirme responsable del mundo
que si partiera este planeta con un escupitajo
causando una avalancha
nadie me indicaría con el dedo extendido,
creyéndome la espada guardada siglos sin filo,
esos hombres,
esos hombres no son más que reyes de una vez
que pusieron precio a la lindura oliéndome
el perfume de la flor sujeta en mi oreja,
y así adivinaron,
huyeron.
No fui yo quién maldijo al mundo.
Por mi culpa no se labora con el sudor de la muerte,
corté la rama entre brumas no miré la cáscara
y salí de las auroras dulces
sangrando entre las piernas
sin quejidos,
sin placer.
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