Me encantaba ir a la escuela, a la Escuela de Aplicación anexa a la Normal de Antofagasta, me gustaba ese día seis de agosto, el día de Bolivia, porque ese día todos homenajeábamos al país vecino, había celebraciones, revistas de gimnasia, y se repartía helados y dulces. Íbamos a las “academias” diferentes artes u otras actividades que luego se llamaron extraprogramáticas y ahora talleres. Fue todo lo que me atrajo de la educación en la escuela. Recuerdo que estudiaba el hijo de la “empleada doméstica” y el hijo del médico. No conocí el paraguas hasta muchos años después.
Una vez me encontré un librito viejo con letras desteñidas, y le pregunté a mi mamá que fue profesora, qué era ese libro, y me dijo que existía un idioma muy lindo que se llamaba francés. Así llegó el francés a mis oídos y a mi vida, mi mamá me repetía la pronunciación cuando yo le preguntaba, y luego encontré en una enciclopedia de mi casa una parte donde se enseñaba gramática.. Adoro ese idioma, por ese idioma comencé a conocer los poetas, y los malditos precisamente. La sonoridad de los vocablos, su sensualidad y su ritmo fueron mis compañeros cuando yo era una niña.
1 comentario:
Llegué hasta acá por un amigo en común, Hilario. Yo también descubrí el francés en el colegio de pequeña y lo adoré y lo estudié y ahora ya hice realidad mi sueño de conocer la France. Adoro la poesía, me nutre, me sostiene,no podría vivir sin ella.Buscaré a Camille. Desde Concepción un saludo grande.
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