Una vez amé y lo seguí por los
cerros
yo fui en Valparaíso adolescente
yo fui en Valparaíso adolescente
en la periferia de la ciudad,
donde el aroma a la carencia
me dejó plegar alas en la madera trizada.
Me sonreía con su guitarra,
cantando la melodía del manzano.
La soledad gris,
la soledad soleada,
la soledad luminosa que araña
en tu interior,
ese raspacachos del que te
avergüenzas.
Soledad de recovecos y de
sombras,
lo necesario para darle al
alma una piedra y
aserrucharle la vida a las
arterias blanquecinas
que ya en la tarde no me
sienten.
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