1
Estoy como
las flores en el viento y en el humo.
Que
tengo afanes y
que el fuego de la carne me entrega el entusiasmo de la noche y el día,
y estoy bien.
y estoy bien.
Hay umbrales constantes
y
la historia se queja a veces
en
mi memoria,
y estoy mal
como la tarde se pone oscura un domingo.
Hay esquirlas y llagas y sombras y
el
vino que huelo me llama nuevamente
a sacar flores
para
mi jarra de la mesa
donde
escribo.
2
Un
ave inmensa con sus alas en vuelo.
Un
tic tac en la mañana y miro el cielo,
sus
nubes y todas las ganas de levantarme,
y deseo que el sol me roce sus muecas con optimismo.
Vamos
entre la gente, entre sus vidas.
Una
rueda sobre la escala mecánica.
una disuelta rosa revolotea el pecho,
y nos vamos al aire antes de dormirnos,
cuando es medianoche,
y no hay quien nos hable.
una disuelta rosa revolotea el pecho,
y nos vamos al aire antes de dormirnos,
cuando es medianoche,
y no hay quien nos hable.
3
Mira la
calle gris, todo es gris, hasta el reflejo sobre tu cuaderno de cubierta
amarilla donde escribes tus cosas íntimas. La sonajera de papeles que él
manipula atestigua que todo va lentamente como si el agua disminuyera en las
canaletas llenas de desperdicios y los pájaros parecen haber hecho sus
nidos.
Tanto amaño, tanto laberinto, tanta galimatías.
Salud, dinero y amor, decía una canción.
Yo hablo como la piedra,
no aprendí el alfabeto grandilocuente.
Salud es lo que pido ahora,
lo demás en un tiempo
será el agua,
el silencio,
la noche.
4
Ella cruza los espejos trizados,
Ella cruza los espejos trizados,
diseminados cuerpos en el vidrio
cuerpos sujetos con alambres,
cuerpos amarrados a los rieles sumergidos.
Esos espectros la devuelven
a las tejas, a las nubes arreboladas,
a la mancha y a la herida,
a las rojas nubes tironeada.
En la escuela corean la canción nacional.
Ella baila enredada a otras niñas
Ella es luz de recodos, luz
que gime y penetra
en los oscuros cimientos
de las casas extrañas de niños,
de padres dormidos, de
preguntas de niños
que abren la puerta
entre barrotes untados de estiércol,
hay un roedor alado
que tiene el hábito de emigrar.
5
Si no escribiera volvería a las leyendas
que a ojos cerrados cerré con llave el tiempo aquel
que hube destinado a los instantes
que mi madre leyera en japonés,
haciéndome creer que todo sería igual en todos los lugares,
y las películas cambiaron de color,
y los sombreros cuyas tiendas ya no existen,
serían una excentricidad.
Las leyendas que recibiera en cumpleaños como un regalo incitador,
como un dilema que escarbar,
con el sol luego del agua caída como letras runas de erudición,
después de todo
la panadería no daba para tanto.
6
Abierto el mundo fuera un fruto y una sombra
donde haces el amor.
Hace un tiempo largo y sin frustraciones
construyó en Antofagasta, para mirar las grandes uvas verdes,
bajo la sequía estéril donde fuimos felices, sin embargo,
padre, fuiste tú, antes de las muertes en la orilla núbil de otro
comienzo
una modulación a mi porvenir.
Si el mundo fuera un pájaro para andar volando, decía,
si con sus picos recorrieran las mies que dejamos frente al
Loa,
cuando una tarde nos voló el sombrero cruzando la frontera,
y devolvernos a los senderos de nuestra historia.
Hay un abedul que ahora pisa las veredas, en mi sur,
y las cubre la presencia de esas flores
que los niños aprenden a cortar con sus ramas
sobre sus cabezas.
Se mojan su nariz, los ojos y ríen.
Hay mensajes ocultos que nos ciegan
y los niños corretean.
Hasta que vuelvan con sus parejas a pisotear el césped,
habrán cambiado los modales, el argot, las viseras por el sol
dibujadas en la frente, y tú en el aire,
pero seguirán los mercados arrendando la disímil lealtad
de los que no respiran el vapor en su sentido.
Están perdidos los pasos que una vez fueron convencionales.
Perdidos entre sur y norte.
Así en mi memoria prendes todavía el fuego.
7
Yo tuve un amigo en temporal,
cruzamos el puente meciéndose en temporal,
gritaba los países donde su nostalgia alimentó raíces.
Donde el olor a la tierra lo hizo volar,
yo tuve un amigo con el que no me acosté,
pues quiso hacerme rusa, francesa, checa,
y yo no sabía nada más que expresarme en chileno,
y lo dejé con su nostalgia,
lo soñé y volvió en
reiteradas noches a mi departamento de soltera,
lo oía merodear, al fin he vuelto me dijo
porque me gustas cuando hablas aunque estás como ausente,
y todo es más que vivir solo.
8
Me das de beber de la única huella que hizo su pañal a contraluz
en la hiedra del muro,
he besado a veces el hilo blanco de la red disecada.
De tu boca recorté los gemidos haciendo percibir tu voz entera al
alba.
Y aquel rincón escuálido que rasgó una ilusión hacia la salida de
mi sed,
ajetreada comisura que es vástago promisorio,
empezó una ciudad,
porque hay cosas ingenuas que se prenden, para ceder calladas en
la noche del tren,
en un mural del pueblo, ser el dios bendito que los niños
pronuncian.
Yo no sé si el vientre del animal fuerte alimenta más la
imaginación, y los dados seguirán saltando solos.
Me das de beber,
aunque el labio supura tristemente
en la dura sequedad de los muros,
para reventar de incertidumbre cuando duerma.
9
Mujer saliendo del mar desnuda
del agua corriéndole por los muslos
con las conchuelas pegadas a los destellos en su piel.
Y aprendí a vivir con la planta de la emoción sobre un cadáver
que me creó llegar del cielo,
vibrando entre las rocas
como en un temblor de tierra un perro aúlla como un lobo,
asustado de tanta luz
que una luna estentórea rezonga a su medida,
habiendo entre víboras lúcidas y lengua dulce,
sonrisas,
revestida ella de franjas, ingeniosas a ras de las márgenes
de un cola al mar.
Mujer que sale desnuda del mar con su jadeante sonrisa.
10
Cállate dije
porque no quise oír que hablaras de otras que como yo
supieron de ti
como el día conoció a la
noche a oscuras.
Los timbales nos mecieron tan bruscamente hacia las dunas.
Así fuimos dos perdidos entre copa y copa, en un pecíolo y
estambres renegados en granate.
Mi cuerpo se juntó a los malos entendidos que gritaron a la ladera
melosa.
A la encía vaporosa sin diente que reduzca
los salvajes alaridos aquella tarde,
en que las musas nadaron frente a ti y a mí con la burla del
instinto de plástico de las muñecas.
Yo reí en la ardiente cadencia y tú también.
Y nos dimos vueltas de carnero en las hogueras ya apagándose
fuimos dos bestezuelas regurgitando
sobre arenas movedizas,
un lirio ahogándose.
11
Aunque hayas mirado mi cara y creíste que pensaba en otro,
aunque haya estado una tarde oyendo música de los ochenta y
pensaste que soñaba con otro,
aunque los años han pasado en este clamoroso vaivén
que es el mundo de hoy,
no es un sutil movimiento de tierra que va cayéndome
en la recreación de mi mente.
Yo te amo,
como un santo a destajo muerde sudarios,
hace frío y tengo hambre,
y tus ojos me saben a olor y tibieza,
tú eres el escogido,
buenas son las noches a falta de tardes,
y el alba es tu arrebol
que cosquillea en mi antesala.
Yo soy una fruta verde siempre que esperas a madurar,
una suave seda que tomarás para posarla en tus aras,
un dintel que está para los temblores,
un tambor cuando la música
se acalle,
y recomenzarás tu danza en la novena nota de la misa.
Somos dos buscando
cómo coger conejos en la carretera,
a medianoche.
12
Tu sonrisa es una espina entre mis pechos atravesando
lugares sensibles,
tu sonrisa me ata a una sombra y me maldice,
y yo la atrapo alegre como si me fuera a pedir
lo que no tiene.
Marrón el sol cubre mi cuerpo adormecido en el suelo como una
larva estrangulada en tu lengua,
como una dócil fierecilla amortiguada en un relámpago nacido de
ti.
Dame más de lo que ignoras,
de lo que no fue capaz de
organizar el mundo mío,
dame tu rosado abedul que rasguña en un perímetro rectángulo del
agua.
Hay estrellas que se han perdido, estrellas que el sol castigó,
luce otra vez el murmullo que me agobia, y voy a contemplarte unos
segundos más.
13
Vivo en una ciudad grande, pero más pequeña que la capital,
mucho más pequeña, infinitamente menor,
como un pensamiento sensual,
indefinible que no podría contar.
Suave el tono de provincia,
el matiz extraordinario de un nenúfar del pintor en las lagunas
esparcidas. Aguda es la nota del corazón
que escucha para escribir antes de la hoja blanca,
antes de la rosada nube hiriéndote,
antes de la gris escala que divisas
en la lluvia de un verano
en la velada de navidad.
No puedo pensar en sus parajes donde me perdí,
los rencores que admití, fueron sus miserias las que me trajeron a
buscarla como las bandurrias se extravían y vuelan encontrando su color en la
vegetación aledaña a sus ríos.
Hondonadas que existen recordándonos el temperamento de resistir
los golpes los heraldos misteriosos y las luchas de las que renacimos.
Los vecinos tosen ahora,
salen y golpean fuertemente el portón del antejardín,
y somos golpes de tierra, golpes humanos, nada que nos saque de la
sequedad natural de los pasos que han resbalado de un árbol alto,
y nada que nos haga llorar apretadamente como un animal prehistórico
que nada tiene que hacer ahora en la ciudad tranquila
destinada a un designio inhabitable.
No piensa el sol que alumbra a la lombriz.
14
Es un escondite con música ambiental y dos candelabros de plata
robados a un cura.
Relucen en la mesa.
Me extraña este lugar enmohecido y lúgubre, mirándote a los ojos
que están ciegos.
Nos conocemos largo tiempo,
sin embargo te siento extraño entre estos menesteres que no acaban
de pisar el suelo con naturalidad.
Son dos llamas que albergadas se consumen con tu voz lenta y
profunda,
y la mirada que te doy para aplacar este temblor nos distancian
aún más.
Dos flamas, dos platos, dos copas, en la sala de un estigma.
No sabemos si saldremos a conocer el mundo de afuera,
tengo miedo de la excéntrica claridad de los que han nacido
libres.
15
Un cante hondo a las tres de la tarde enroncha mi piel y la
estremece desde el fondo, los ojos que
se han salido de sus cuencas tiritando buscan
eslabones esparcidos que le hagan juego y que la vía señale su destino
plateado, más profunda que un viaje, que
dos hemos hecho juntos,
con nuestra imaginación hemos roto las ideas ajenas, sin oír los
comentarios, los juicios, sin abrir heridas y trapos al sol.
Así estaremos los dos por el tremedal que se forma bajo nuestros
zapatos, y nos vamos lejos, solos, pensando
que nos han echado de un paraíso sin expectativas.
Y nos apenamos con el grito arrastrado del cantor que nos entiende
como sangran esos tiempos en nuestro tiempo y cantamos con ese grito de la
calle que no calla en nuestros oídos.
16
Seguiré por estas aceras en que han recorrido muchos
durante estos días de celebración,
los veo que compran, se dan
vuelta y cruzan
abruptamente en verde.
Y no se detienen.
El profesor con su acordeón mirándose hacia dentro
el solcillo ardoroso de sus párpados,
su lisa frente que brilla como el dorado de la marca de su
instrumento.
Suenan las monedas al caer en su vasito de aluminio,
pone sus dedos las revuelve las saca y se las guarda sin sonreír
como en un acto cotidiano,
cómo si fuera su derecho nutrirse a cualquier precio
sin importarle las miradas,
aunque no hayas miradas,
porque nadie mira lo que se mira diariamente,
como un papel recorre las cunetas
como chilla el can cojo su dolor
como cada uno desliza su rencor
pasando el billete de mano en mano.
17
Sordo es quien no oye la organza resquebrajarse entre las llamas
de mil novecientos sesenta y uno,
tampoco oye crepitar las cartas de amor fallido. No sabe el sordo del policía que tuerce el brazo del
delincuente y del revolucionario. Hay
cuerpos que columpian niños creciendo cuando los gatos los buscan por los
tejados, y en las sombras comen en su
lugar ingenuo. Hay sordos en el mundo. Sordos de mar, sordos
de estrellas, yerbas y pasos perdidos. Un
muchacho tomó mis manos, las dejó en mi cuerpo para entibiarlas. El silencio
alberga la raíz que en una montaña bebió antes de formar al río y eyaculó en el
mar toneladas de cuerpos ansiosos que no eran sordos. Estoy embarazada, y
alguien estuvo sordo, dos quizás, no hay sordo quien no quiere oír. La muerte
es sorda, o quizás la que mejor escuche.
La sordera es un mal que tiene palabras extraordinarias en la huesosa
miel de los que queremos permanecer en el pecíolo cabeceando entre las horas umbrosas.
18
Una pirámide guarda un silencio
de miles de años que no se abrirá
como una boca indiscreta pidiendo auxilio,
yace en la tierra el rostro amoratado de un infeliz,
y la huella que dejé habla ronco desde la oscura buhardilla
que está detrás del armazón construido
por hombres sin anhelos personales.
Suban,
suban al sol de sus mejillas sonrosadas
con la sonrisa a flor de piel,
a flor de agua y sudor
que no sangrará como los constructores remotos.
Una casa gotea entre sus tabiques,
hay niños y mujeres en algarabías y
convicciones
que hacen crecer en el error
y
en la chamuscada hierba del polvo.
Y seguiremos construyendo al sol las moradas
con resignación.
19
Oía el goteo del agua
el callado instante después del amor,
un silencio estrepitoso en el jardín.
Un goteo que busca una campana que anuncie los sinsabores los
tigres sagrados que comen a tarascones carne en la vereda de más allá. Hay pausas, escarbamos las murallas, vemos
rostros viejos, sonrisas y lloros, hay rostros en la tarde lluviosa, pero ha
salido el sol.
Gotea la llave del lavaplatos. Acaricio a mi marido, lo insto a
levantarse ahora que se ha inundado el piso,
El sol sale. La tibieza de las sabanas nos adormece. Golpean la
puerta. Hay trinos en el goteo, los pájaros revolotean. La llave sigue dándonos golpes en los
oídos. Un día comienza por una simple
razón.
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