1
Sin
embargo, después del desayuno todo es más sencillo. Usar los verbos que subrayo en las orillas
del diccionario, los corazoncitos que me deja el vino en el papel, y breves
versos en siluetas fumando hierba y otras sensaciones.
2
De la angustia destila el vino que me quedó atragantado con los años en un pámpano dormido, como un vericueto sagrado en las montañas.
Así reverdece mi adolescencia en una bruma con un sabor doloroso,
a vino pasmado, escaras en los ojos
buscando la melodiosa corriente del agua
donde fue savia.
El vecino que no regresó y las palomas
que entran vestidas de reinas
luciéndose rudas hoy damiselas en esa lúgubre estación.
Si fueron o no fueron tan atroces, aquellos de esos
años,
como se cuenta.
Yo que ahora
quiero relucir como una brizna
que persiste apenas verde y tiembla
en el árbol de mi antejardín,
pues mayor ostentación los demás colorean
con arrugas de caras
con dedos de artritis,
y vamos poniéndole nombre a lo que no logramos
adivinar
y nos da ira que se nos venga la tempestad,
cuando estamos en familia,
tan tibios y salvados.
En ese océano, después de rescatados,
todos sabíamos nadar.
3
Caminamos
juntas, las dos
rumbo arriba hasta la gruta.
Tu falda negra
tu pie cansino,
tu voz tu boca
tiemblan como espejismo,
tú y yo sabemos
que no será el final en ese asiento.
La cruz entre
tus manos,
mis manos que te
retienen,
el cristal que ordena las nubes que oprimes,
y los rostros
cobijados que no quieres ver.
Nadie está
en esta oración de tu virgencita vieja.
Oyes las que te criaron,
dulcemente
lloran en la acera,
el viento ralo
sobre las encanecidas cabezas
de los nacidos hace
tiempo,
levántales la
rosa del libro,
tu edad
que se desarma
en ellas.
Que un túnel nos
sumerge en este camino,
donde vamos
desconfiadas
como dos lanchas
en tempestad,
y seguimos
nuestra oración,
y te duermes en
mi hombro.
4
Pasan ahora que
la noche es una fosa
y los perros
buscan donde pasar su hambre.
Qué quieren que ladran,
no queremos que
mueran.
Que nos muestren
su mirada ingenua
y nos pregunten
qué hacemos nosotros
cuando no nos
ven, nosotros que no somos perros,
que no ladramos,
y cuando el
hambre luce su esqueleto,
nos dejamos
embaucar por la soleada silla frente al mar,
y esperamos que
baje la noche
y nos dicte
quién será el próximo herido.
5
Estoy desolada
como una mujer sin amor, sin un hijo,
sin casa, sin hogar. Sin padres, sin hermanos, sin trabajo, sin
estudios. Imagino que eso es la
desolación. Pero, hay solución.
6
Se acaba con la luz con la estridencia, el fin se amaña la ternura al fin y al cabo,
todo ha de cumplir su designio ineluctable, su fatum. Y mañana un viejo día que
cumplir, como quien firma escrituras y
escrituras de una construcción habitada por mil almas en pena.
7
Crisis de pánico
Me desperté a las cuatro con mi corazón perseguido por
un león.
8
Busco la palabra
como quien colecciona piedras, las soba, las huele, las pesa, y las
ordena. Y luego se pregunta cómo las
ubica para que formen una torre. Y su creación que no es genuina, es caprichosa.
9
Qué decir, qué nos pasa, en qué delicado laberinto nos hemos perdido, en qué rincón nos acompaña esa desamparada del
estigma, esa perra tragando su placenta después de parir, la brazada que nos
hunde y cabrillea en los días libres de la semana, nos llama y se acongoja y te
quiere llevar, y me dice que es nuestra que nos tiene un surtidor de agua y nos
abraza, qué trozo de piel le han desgarrado qué riel reluce en las fondas
oscuras, no sé qué he soñado, de dónde se oyen las voces y esos glifos que se
desvanecen cuando empiezo a leer la pequeña placa cubierta de lodo.
10
Quién es ella
que hincada luce sus cabellos que ondean en el viento durante el temporal,
quién con sus
ojos blancos rueda el cuerpo en el roquerío durante la noche,
la miro yo que
me rindo a la melancolía de la noche
como un rapaz acostumbrado a la desesperación,
cuando el viento
la zamarrea sobre su sangre,
la articula como
un mar abierto hace siglos,
y está sola. Sola como nacida de la nada,
germinada en el
fuego con sus crías
en un sueño
hundida en un tremedal,
retorciéndole el
estómago en una ladera desolada,
mamándola con el
llanto reprimido sobre dos flores de plástico y un girasol girando en el aire
tibio
que pretende
recordar la alegría.
Quién es aquella
que coge pájaros que emigran sin rumbo, quien
la que mece un
montículo de pajas sangrando tan apretado en sus costillas.
11
En la noche,
empapada mi
falda por tu cuerpo llegado de la lluvia.
Besarnos a la
orilla del Calle-calle entremetiéndonos en las sombras de otra orilla,
acribillándonos hace
cuarenta años,
y en las manos
de castañas y piñones, tras los abedules,
nos imita el
movimiento del sol al otro lado del planeta.
Me guarecí entre
tus ropas
cuando te abrías
como un cardo rapado por el viento
hacia los
cristales del aire con los ojos que cegados de
tu lengua
temblando quemándome los hombros y
el torso y los
quejidos amontonados
entre mis
piernas,
fueron los
constructores de un universo
dinamitado en
este puente.
12
A esta hora
me gusta el frescor y esa humedad peligrosa,
ese frío que chilla
como una braza ahogada en un pozo,
el nacimiento
azul de una tortuga, me gusta, y también
el verde movimiento de una rama tan firme del
sur que con el arrastre del agua y el
temporal
se afirma como
un ángel pródigo y asustadizo.
13
Las calles se
iluminan más que de costumbre
porque el agua
se desliza por las veredas
y las cunetas,
la gente camina
apresurada,
los paraguas
rebosan el agua,
vamos
mirándonos tranquilamente
como si fuéramos
todos sembrando en la tierra
al mismo tiempo
y para siempre.
14
Rencor encierra
con dureza su arma al acecho entre dos duras fronteras, las erres.
15
Repaso el
tiempo su respiración todo su dolor su
secreto que no logro extirpar.
16
En el sillón estás
tranquilo
en la luz de la
tarde que no es otra distinta,
es una tarde en
que tú sabes que la anchura de la sombra
puede encenderse
como la noche se
enciende
para los
gatos que saltan con los ojos cerrados,
y arrancan y
saltan sobre tejados.
Así, lo que parece tan natural fermenta
en nuestros vientres,
aunque escupa
escarabajos la boca fatigosa
y cala al fondo
el punzón en un tálamo líquido
rozándose nuestras caras.
En fin, los amores
perviven en esa
extensión amanecida
de esa fuente
turbia y lenta en que se alzan
como un
raro sol.
17
Cuando no estoy
en el mundo enciendo mi lámpara y pongo el foco directo a mis ojos e imagino
que es el sol y despierto así, me da mucho miedo quedar adentro que es afuera
de todo.
18
Tu cara cansada pegada
a su piel, mujer
que tus ojos dicta el agua
sobre los rieles
de esa estación
¡qué envidia el
destello¡
Que sigue el
hielo de mujer escuálida de frágiles huesos
que cabizbaja camina en la turba
y nuestras
miradas se intersectan
disimuladamente
en el andén viejo y solitario.
La lluvia que
penetra el crepúsculo brutal de la noche
deforma el nudo su
garganta
que canta la
chispa a medios tonos.
Dos chapoteando
en fierros oxidados
dos amantes somos de nubes, dos solitarias
en la construcción
de caminos
y malezas
abandonadas
en la estación
de otrora,
la última atisba,
apenas, la calva luz de la ternura,
vacilación íntima,
qué haces con tu
soledad
en la estación atestada de rostros en pena
y apremiantes que
inquietan sus muecas
en las cosas ya desvanecidas
que permanecen
en el polvo
de las molduras
del asiento
donde te quedaste a oír.
19
Una vez escondí todos los recuerdos
cada objeto hundido
en mí
lo oculté debajo
de mis ropas, aunque engrosara,
fuera menos
atractiva,
todo se me
juntara como había vivido
arrimando a
todas horas,
juntando desperdicios,
y trabajé quise hacer de mí un duro muelle
y una amplia
desembocadura,
ahora que las
ilusiones son barriadas de la infancia,
que a esta edad
poco atractivo me encarga,
yo voy a
renunciar al trajín de la rutina,
seré el grumo
irresistible del postre,
del vulgo la
relumbrosa piedra inaccesible, rapaz
bailando en el fuego,
quizás la copa
capaz quieras o no
cortar la
caricia
cada cálida cosa
querida
cadenciosa en casa,
y cuando vengas
vas a ver que no
me hiciste falta.
Antes que el sol
se entierre en los montes y sus sombras se hagan de noche
1 comentario:
querida mia genial ahora tengo tu blog
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