Carl
Sagan
1
LA
ROSA DEL FRASCO
El resto de una rosa
seca en un frasco
en mi estante de libros,
una pila
y unos lápices viejos,
unos aros naranjos,
el celular,
me abandonan.
Mi silenciosa quietud
contempla los objetos
mientras tipeo el computador
que escribe
por mi cuenta.
La rosa de una hija
para el día de la madre,
la pila no puede botarse
me dice el hijo ecologista,
mis aros,
el naranjo no es de esta estación,
y la estación
ya no recibe trenes.
2
DETRÁS
DE LAS CORTINAS
Termina el año,
bebemos de un
veloz sorbo el champagne,
cómo así cambiáramos el rumbo
volando
con una frágil ala
en la noche
helada
sobre
paraguas
en esta ciudad distante del tumulto.
3
EL PATIO DE LOS CEREZOS
Ella levanta sus ágiles pies de su casa a mi casa,
llegará su hijo le digo a su oído,
suavemente la sostengo entre pilares y el ramal cerca,
acentúo la voz al no oírme,
veintiocho años cruzando
de su vereda a la
mía
y disminuye el vuelo.
Deviene el lago
en sus cabellos dulces
como un arándano,
suave pez que cosecha en sus ojos
la verde inquietud.
Su rostro magro en la puerta me dice
si tengo ají,
con obstinación me sigue
adentro,
ella no se rinde en la escalera hacia la muchedumbre
que no está con nosotros.
4
RUINAS
DE HUANCHACA
En la Ruinas de Huanchaca paseo con él.
Su férrea voz
arrastra el viento
y sin perder el tiempo
una fumarola tizna
las nubes de mi encierro,
comprendí el vaticinio
de las copas nevadas.
Cambió mi padre sus recodos
llenó su voz
con una
sombra vieja
y las cabelleras largas
de unas niñas adolescentes.
5
MESA
RURAL
Esas mujeres no
tejieron
sino en la escuela
la rural mesa de niños
que juegan con las
ramas,
chapotean en un arroyo,
se miran entre cascadas
y humus cayéndose al
manantial.
Corretean con los
perros
por gruesos cúmulos
Un jinete a caballo llama a un niño y se sube,
sujeto a la
espalda,
la crin chamuscada por
la sequía,
rodeado por encinas y otros nativos,
sorprendente galope aprieta
el cuerpo
que fue niño en otra
fotografía.
6
Las historias pasadas ya
no se cantan.
Tus brazos levantados
en el calor sofocante
impresionaron a la
concurrencia
(pienso en la última vez que te vi desfalleciente),
en las gradas sentados
a contemplar las noches
en ruinas
de tu relato,
¡cómo cantaste a la
estrella aquella
que reconstruyes con tu
imaginación,
y la vida no te rinde
en tus ganas de sacarle
asombro
a la cuerda del poema.
7
Se aparece en mis
sueños
el caballero de la
solapa que sostiene un clavel,
- su pelo rubio que evoca a Dylan se despeina-
y brindamos nuevamente
por su señorío.
En el puente azaroso por
el viento y la lluvia
y tu pequeña boca que
pronuncia
un río anglosajón con
corazón andaluz
me dice que la
contienda es desigual
y nuestros sueños
fueron demasiado largos
y se nos acaba la
memoria.
8
ESTACIÓN
DE VALDIVIA
Por la estación
que el vientecillo
luego de la lluvia algo nos farfulla
y somos dos palomas
persiguiendo la miaja
arrancada por una
manopla fría,
subimos a los trenes
que volcaron los
gigantes
hacia la sed
y nos sugieren
el vaso de cerveza con su espuma
estilando por nuestras
comisuras.
El añil,
el claro oscuro de los
juncos
bajo las nubes blancas
y la diafanidad del
horizonte
a nuestros ojos
me entristece,
porque la belleza
cambia como la luz del sol
en las fotografías
que me has tomado en
los oxidados fierros
y amarillean,
los adioses de los
pasajeros del mil novecientos,
se llevaron el rumor a
las ventanas del pasado,
el hedor de la pátina,
las vocecillas que nos tironean
y la vestimenta
nos interrogan,
mientras nos tomamos de
la mano
y los hijos sueltan la
carcajada
sobre una maquinaria
en la vieja estación.
9
Indio de ojos azules
en el asiento del
pasillo,
me explicaste la
corteza arbórea
de la región que
anuncia un desierto,
tus manos atizando la
llamarada
como si fuera mi cuerpo,
el microclima San
Jorge, me dices,
y de santo tus ojos
y tu boca farfullaba en
mi oído
el mar de tu cántaro
atacameño,
tu túnica blanca y tus
pies alados
inquietando a los pasajeros del bus.
Compartimos la bebida, el
sándwich,
me pasaste un libro y
mirábamos por la ventanilla
hablando del terminal
de tu pueblo.
Te bajaste en el interior del valle de un río de unas parras,
de un fruto,
de un fruto que te
dejaste calladamente.
10
Escribo tu sobrenombre
en las rocas,
en la mirada de tus
ojos lagartos
alucinándome la párvula
adolescencia.
Se equivoca mi tristeza
de melancolía dominical
y te hundes en el
acantilado
con el agua que se
pierde.
Hoy eres de niebla
para rezumar las perlas
inútiles que respiro.
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