I
He de quedarme solo,
solo mirando el mar.
Los muertos no han
muerto
mira tu dedo
cómo sangra cómo gotea y
te escribe en cursiva
sobre el cemento
con las letras inconclusas
con las letras inconclusas
¡ tu respiración se
agita¡
¿qué me cuentas de las nubes que ponen como urnas en el cielo
ante tus ojos cuando tu sed solo quiere saciarse?
Te he visto triste en
la acera
sin vivienda
sin vivienda
dónde lee las líneas tu madre
que rompió sus huesos en el camino
con sus ojos lámparas
definitivos.
definitivos.
Eres su luz que sigues y
eres ronda de pájaros
en las nubes
que contemplas,
canción rotunda
que te altera el cuerpo
como en una oscura selva.
como en una oscura selva.
Eres el corto vuelo del tiempo
la matriz tibia
que te abandonó.
El vins santo del río que contemplo
sudando
el santo vino
como una esperanza fantasiosa.
Los carpinteros de
antaño reconstruyen en las sombrías
garitas templos de madera,
mientras
mientras
el agua que estila sobre mi sombrero me trae la nostalgia del escuálido calor sobre los trigos y unos pumas diseñados
en la atmósfera,
todo se derrite
como un chocolate al sol,
amargo dulce masticando arena entre los labios adherida,
distorsiónase la voz,
distorsiónase la voz,
en las montañas inalcanzables bebió raro sorbo
hundiéndose en el pecho
un mudo alarido.
hundiéndose en el pecho
un mudo alarido.
Esperé con la copa
entre mis dedos
con seres extraños de dos
ojos bajo la frente
y la nariz sobre la
boca,
y el agua tibia que bebo
tiene olor a sangre.
Huertos maravillados
que hoy leemos en un cuento de hadas.
Iré a coger tu manos,
perdiéndome entre
huertos nuestros,
buscarte entre la broza
sórdida,
para no perder la
energía de los tallos
que van acusándose
entrelazos,
en las vertientes
y son inaccesibles.
y son inaccesibles.
La regata
o la negra vestidura de
las aves
sobre los árboles
mirándonos,
erguidas pacientemente
hacia el aire suyo,
sin preocupación que
mueran recalentadas
por el sol que admiran,
la regata,
el santuario,
las luces en la tarde
de vuelta del zarpe mágico.
de vuelta del zarpe mágico.
No me mires con tus ojos ciegos
que no quiero ser invisible.
Mi casa,
mi casa donde escondo
los remiendos
que solo me avergüenzan
a mí,
la casa en cuyo patio el
cerezo florece
los
trajes se engarzan en los espinos,
y los
antifaces,
las máscaras se
derriten,
la alarma en sordina a
medianoche
nos recuerda lo que nos
dijo el nigromante
con su lengua helada:
el patio está cerrado,
no entran niños.
Todo se deshizo en un círculo de nieve
en mi corazón:
no entran niños.
Todo se deshizo en un círculo de nieve
en mi corazón:
Esta, mi madera que
abrigó a los hijos,
la que oculta el feto
entre las tablas,
esta casa oscura y
clara,
esta casa que el fuego
deshizo su corteza
cubierta de óleos,
cubierta de óleos,
las temblantes soledades de las noches narradoras,
y bautizados en el calendario chino
los gorjeos
del recienacido
son la voz que gime y se arrastra sobre el alfeizar
por las murallas y por mi espalda remendada,
por las cicatrices de mi cuerpo entero,
por las murallas y por mi espalda remendada,
por las cicatrices de mi cuerpo entero,
esta casa se construyó
en alerce milenario,
y cada círculo es un
siglo,
entre las paredes internas con mi licor
que tantas veces hice callar.
que tantas veces hice callar.
Qué silencio entre estridencias
qué oscuridad de los incendios.
¿Quién hablará a las plantas hoy?
¿Quién le dará el grito
al mar?
¿Quién anunciará los
remezones telúricos solemnemente?
Ya no le pondrás cerco a
la ebriedad que compuso las serenatas del Schubert.
La macabra indolencia de
los que no se asoman a la ventana.
Quien dudó abrir la
puerta,
quien solo escuchó
recogida entre paredes
detrás de todo.
El sol con su tormenta
seguirá anunciándonos en
vano
el fin del mundo.
II
No somos dios ni nada que se le
parezca.
El caracol se desliza
bajo su caparazón,
él existe,
solo existe para mí
porque escribo de él en
mi poema,
lo pisoteo y cruje.
Existimos
y si dejamos de respirar
mientras caen los
asesinos
desde las ramas de los
árboles,
no sabremos del caracol,
ni de lo que habremos
sido
nosotros
antes de morirnos
bajo los árboles.
Ahora,
que soy un caracol
sobreviviente.
Haré lo posible
para que no me hagas falta.
Como un histrión
retuerce sus piernas
y monta esa escalera
como en un dragón
como cadenas enterradas
como la dulcinea luce sus ojos,
todo es válido para dar
con el puro aire
como el mar que derrite los glaciares
ser la máquina tierna de
las plazas
remedar a los antiguos hombres del campo,
aunque sea incoherente
decirle a las hojas que no vuelen.
Nadie es culpable.
Nadie es culpable.
Adoro el imán de los souvenirs
Que no tienen conciencia de viajes.
No vendrá nadie a
justificar mi razón de vivir.
Yo habito en el río con
mis párpados abiertos
en la pluma negra del
cormorán,
en el vértigo de la sombra que lo ve pasar,
del fuego
que me agrieta , que mi voz
delata
los bosques azules de
los chamanes.
No es la sombra que labora en los sueños
sueños que no pudieron
escribirse.
Sin embargo,
es el mar que murmura arrimándose a la orilla
allí las personas corren
aprisa
en las ciudades
quebradas,
buscan amor en
los viejos trigos,
en las tardes que moja
el techo
en las casas sobre cerros,
y en la invitación
olvidada.
Es la madre mía que
cosió historias
que heredó lejanos arrullos,
en los besos antiguos,
en los frutos que con
obstinación lucen en las estrellas,
en la copa de los
pájaros lentos,
que dialogan con la hija
cautiva
que le dio un apellido a la oscuridad,
dará la miel del pez
sobre su mano,
bajará a un limbo hondo
y eterno,
será un esqueleto,
así casi desprovisto,
arreglé mi equipaje y el
paisaje abrió su sendero,
arreglé mi ropa y el
rostro borró sus ojos,
las campanas acallan su
tañido
la oigo en la corriente
asombrosa que avanza
donde lavó su cara
con la espuma deshecha,
pero está hecho del agua
de los ríos
del oscuro paladar del viento.
Querrá sobrevivir con el agua al
cuello
cuando le haya dicho que la quiso,
antes de morir
Amigo de la cizaña
de los venenos
de los licores
luz que devora
¿Qué palabra grita
cuál rezagada,
quién seca el abrevadero a las garzas
y sofoca sus quimeras?
Me gusta escribir desde
el rasguño
la pequeña herida de
pactos.
Dos ángeles fríos
buscan la hoguera en la
nieve,
la sombra delgada
de las mariposas,
la caída de los
colibríes.
Han degollado al
travesti,
calcinada la encontraron
en las veredas
con sus comisuras rotas.
¿para qué la desnudaron?
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