viernes, 14 de diciembre de 2012

De La Nieta de Wong


52
Traen el opio del mar, el monte
sagrado gime esta mañana temblorosa
no se atreve
mi llanto a estallar
en esta discreta danza
en este vuelo anónimo
que abalanzarme al risco, sin aplomo
encorvado hacia Oriente sin fatiga,
es alzar en vuelo hacia un panal,
vibrante
y chirriante letanía del Dragón
que me espera con paciencia
sobre flores en la vereda del vino
de mi áspera niñez.
53
Sueño es la muerte y la muerte es la vida,
bebo para redimirme de esta rotura.
Enjambre bajo el sol, oigo el ruido de las velas y jarcias
tan lejos de mis padres,
esconde la estepa la fría sensación, las corolas de mi país
y no tengo nada que me rodee, vivir y morir
sólo sé que acurrucado y abandonado lloro sobre tumbas,
y un sol poniente ingrávido sobre mi cabeza.
¿Para qué retornar al país donde nací?
Siempre he de seguir, al viento que no cesa,
navegaré sin rumbo y placer, por el vacío del cielo.
Li Po dixit.
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54
A carcajadas subir a Oriente para ver a los dragones
beber el licor de este atardecer,
en la Osa mayor ser joven
con las vírgenes de jade
entonces
río a carcajadas.
55
No existe el esclavo en la banqueta
de los acusados
levitando su quehacer menesteroso,
la ley y la justicia remuerden su existencia
el beso humilla al esclavo cuando besa
el contrato.
No es justo el grillo frotado al talón.
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Oigo los albatros
entre los riscos que no duermen
no hay horas de olvido
entre los pobres
que conversan
mírense los hombres en harapos de las calles oscuras
en las macilentas siluetas
que se besan.
Para qué volver adonde dejé mis ancestros
lo sufrido no es más pétalo que un vidrio
que saja el cuello,
y el labio y la cuerda de mi grito.
57
El dedo no sabe indicar porque los sueños
se han congelado
en el desierto de la vida
que no se puede reconstruir.
Extraviado de la luna enamorado
humillándose en sus cráteres,
morir es la única certeza
en este tráfico de cuerpos
y vagaron como el péndulo
en solaz calcinado.
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58
He nacido en el palacio celeste
cuando el siglo
de la justicia
tiene mi cuerpo en otras tierras
como el ave
que canta en la jaula
con melancolía
claroscuros cerros esteparios
donde le lloré al alma en la amapola
sus misterios.
59
Tus brazos
levantan los hilos crueles del delirio,
del trasiego
el coloniaje.
Fláccido espantas la verruga obstinada que persiste
la que ya no sangra,
sus ojos rasgados
abren el púlpito de arena entre los tamarugos
y las estrellas apagadas por el sol.
Arrasa el animal su pesado esqueleto
no se fuga la sombra
no siempre queda
como de un diente, su hueco extraño.
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60
Qué semana vengadora
hizo el maleficio que la ceniza vuelve
a encender,
que el lirio escribe
que la suerte echa
y el fuego extingue.
No te rindas,
de las plazas vacías,
no amilanes este éxtasis
mezquino
de tan callada manera.
61
Destierro de estrella
de esa estrella donde
cada noche es hálito
de un derramamiento
como se abrieran los sesos
a una nueva crucifixión,
me duele el cuerpo
hasta dormirme.
La ausencia
es luz fúnebre amenazando
a un cardo solitario
no sé por qué.
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62
El ferrocarril lo condujo por largos caminos,
erial, celda,
dejó pasado, presente y futuro
comprimidos por la sed y el agua,
se ha de ver alguna vez del cielo en otra historia
de su existencia.
Renguea sobre la cuerda el funámbulo
entre sus aciagos días
su desabrigo.
¡Qué nutrimento cambia el pensamiento desde
las esforzadas raíces
y perderse en guerras!
63
No eres sino el polvo de mil siglos
y te entierras sediento, desesperado
al río un instante.
Las faenas de los puentes.
Las covaderas de Cobija
son la deuda blanca de los suburbios
de la muerte,
la celda extensa de la que no lograrás fugarte
nunca
hasta la cuerda.
Tus nupcias son para algunos años más,
cuando pares de soñar
en la sede de no renovar
la luz
del contubernio
y los golpes te despertarán
al ardor de la llaga.
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64
Ha tu madre deshecho su vida en ti,
sus manos sobre las podridas hojas amarillas
un incienso imagino
y su mirada mirando sobre un río torrentoso
y sucio
imagino su quehacer inimaginable para mi tiempo,
tú, entre las piedras
habrás conversado del aciago zarpe a los plazos inevitables
que te propusiste
algún predicamento anciano,
la cerradura.
Quien preside esta quemazón,
el capitalismo, la religión,
magia y prejuicios frene a la raza
desesperanza
la huida,
el láudano para mitigar los látigos
hacia la zambullida final.
65
Corría el año 1883,
llegaba a su término la guerra,
todo se iría hacia las nuevas fronteras,
a los límites de la vida
de sus escalofriantes nacidas navajas.
Algún árbol cambiará de nombre
y sus troncos sus ramas rizomas
de la sequía romperán
un nuevo sarmiento.
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66
El capital
es un riel viejo en la sombra
abriendo tijeras tijeras,
buscando el destello,
mentiras que alientan
estímulo en los párpados
el prejuicio de los que no duermen.
Saca su látigo como un ala,
que no crece pero siempre vuela
y vuela voraz.
Graba en su piel la cuerda aguda del salterio.
La raza como la espuma rasante
de las playas
con sus algas quedadas a la orilla
esperando que las recojan,
las vuelvan nidos al océano
o sirvan de alimento
a los niños rendidos
arrimando sus mejillas
en el sudor del soldado
foráneo.
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Pasajero con tus lágrimas en los ojos
y los ojos al limbo
bajaron por la roca ahuecada,
el que muere volverá
a su casa a otra dimensión
extraordinaria,
trayecto entre una esquina y otra
y todo se volverá un viaje infinito sobre
las ruedas
construidas por estos hombres al suicidio
al fondo de la ciénaga
todo es armarse
para planificar
la solemnidad.
Y será la Historia.
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Esclavos de Las Chinchas
la áspera hierba
que crece en la superficie
se hará paja incendiando mollejas
de buitres solapados,
de atentos gorriones
perdidos sangrando
sobre unos ojos
del Asia
ebrios,
sin el rocío del océano ni rostros
que beban,
de orilla a orilla doblegados como piedras.
Propiedad de riscos y polvo y la veta
que traería la riqueza entre los vientos,
ser un círculo en la arena y un fruto
deseado del oasis.
Propiedad es dinero,
el trabajo te llevará a la sobrevida
de los obreros
mirando la luminosidad
de la luna
en medio de los rostros
sin rasgos, curtidos
por la sal
y el sudor nocturno.

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