25
Donde el ojo se
cansó dejó su anhelo de ser amado
de tomar la mano de
un niño
de reír los cuentos
sobre lejanas
regiones
desconocidas.
Así, el hedor
de tu saliva
satura los
rincones,
está inundando el rumbo
de los mortales,
saber enajenados
tus ojos
dejas la mano
en la lagartija
al calor de la
lumbre.
Sigues en el
sendero tortuoso con pie
dislocado,
con tu boca
frenética,
tu morado párpado.
26
Releva encrucijadas
en las tenebrosas
antesalas que
avanzan
a las líneas de
viejos trenes
dejadas por el
camino
donde el lagarto
corretea
y la difusión despreciable de su vida
sigue en la memoria disuelta
desarmando al
hombre melancólico
de rostro de
cal.
Se asfixia la boca
bajo la sombra
cuando el buitre
sobrevuela moribundos,
y arrulla a la madre con una piedra a su regazo.
No es su intención
conmover a nadie,
la misericordia es
vapor.
Estridente aviso amargo,
navegador
engrillado
zarpe de niño
radiante,
todo es promesa
incumplida
una flor en el
arroyo.
27
Desciende de súbito
el amanecer
que oscurece las
calles.
Estos,
abuelo ¡ ay que
pena ¡
yugos de
preguntas, rudos rostros.
Tropieza al apoyar el paso,
cansino y callado.
28
Un silbo se
entierra en los oídos
de un esclavo
como el viento en
la tarde
se queda en la
ciudad cansada.
29
Llegaste con tu
esperanza
como el sol en el polvo
imponente y fértil
ofrecida a tus
manos nuevas y a tus quijadas
semicerradas,
atentas
a la vida en un
temblor
de cimarrón.
Te sigo en la
sombra inclinada
a la fuente de los
ensueños
como un murmullo
habitable
como un roedor que pueda huir.
30
Porque pensaste
encontrar la masa
entre arrozales,
su polvo subiendo
al viento de la
noche.
El cielo seco sobre
nuestras miradas
y alimentarnos
juntos
antes de dormir,
con tus predicciones
escritas en la cal
del pabellón de un
bello oasis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario