IX
Todo será razón para
punzar en la piedra hacia la cima,
mientras los pies
tantean la posición inequívoca
hacia el desplome,
con la testaruda esperanza de volverse pájaro
y
aún así,
arrancarse las alas.
X
Merodeo sobre el
fuego apagado
o la ceniza tibia,
entre ausentes
atrincherados en sombríos coros.
Las nebulosas de Mamalluca
casi pegadas al polvo se estrellan difuminadas
y opacan a las
estrellas diáfanas,
las que me inclinan
hacia el abismo misterioso,
iluminando mi corazón
y entregándome la miel sobre una ortiga.
Moléculas de mi carne
y la carne y el siseo del fuego, del aire y la tierra limitan
mi existencia
en el dorado de la
espiga que me enzarza por dentro ,
su viento de julio
que la arrasa,
están mis ojos
cerrándose poco a poco
y yo estiro mis
dedos,
para retirar la nieve
de la flor.
Limito en el sueño,
mientras mis huellas de animal místico rugen
en el silencio,
pues otro olfato
contará el error que me invalidó entre las máscaras.
Soy víbora avasallada
que sin embargo nadie impide sus mudas
ni se arrastra por el mismo suelo,
y acuna al monstruo
del agua
sus horripilantes
crías.
¿Quién alimenta esta
noche?
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