No me busques nidos en los pechos, ni caminos largos a mi casa, pues mi puerta abro sin miedo a la ciudad, oscura y sola, atosigada de nubes que respiras, y envenenas. No me preguntes sobre el dinero con que compro, porque no compro me despojan, hasta el último temblor, ese que deseas para sacar la lucidez que hace tiempo has perdido en mitad de la calle. El sonido sordo de vestidos que lucen las veredas, son l risa de un payaso solitario que une sus brazos a sus compañeros ebrios, tan ebrios están para no sentir que el amanecer será el brujo con su garfio que avanza día a día el calendario, así la muerte nos mira de soslayo, nos engañamos masticando el cáliz multicolor pisoteado por la multitud, y seguimos siendo el falso yeso en la mesita de noche de un poderoso.
1 comentario:
Hermosas imágenes. Profundo, doloroso.
Te dejo un abrazo.
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