Las sílabas de un
bosque inexplorado me relatan
lo que dejamos afuera nublando el firmamento
para llamar
estrella a todo lo que brilla
torpe seducción pan perdido,
torpe seducción pan perdido,
para llamarla estrella.
Agotan las
manos compasivas que remontadas de un brinco
se cuelgan del
árbol que asombra,
pero el poema es
termita que ablanda la madera
y un sueño que
la ciudad violenta
sin compasión.
Encontramos un botadero de papeles escritos
ahuyentados por el viento
ahuyentados por el viento
con nuestros
rostros,
seguimos con el óleo
y la mirra
y estallan las arterias
en un loco paraíso
que a nadie hechiza.
que a nadie hechiza.
Nuestras calles
se aposentan veneradas,
nuestras huellas,
por cada
simulación de amarlas
estremecemos,
embanderándonos a última hora
en el rastro imperceptible.
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