A una mujer
En mis brazos la última seña de tus ojos,
las espinas de algunas noches
la dimensión de la luz
que levita en mi memoria.
Áspero y oscuro sendero
del color del desierto
rocas y aceites arden en mi garganta,
cargándolas junto al trecho de tu apagada lámpara.
La soga que me frota el vientre
y se mueven tus cabellos en eterna misa interior
y la turbia lágrima de tu párpado
nubla las noches
cierra el puente
que me lleva
a tus pausas.
Sacarte de mi entraña,
nuevamente darte a luz
volar con esta única ala
que me conduce apenas,
quiero de ese instante
del párpado helado
que tu cuerpo dejara cruel huella sobre mi cuerpo,
tejerte desde allí otra vida a mi costado,
quedes montaña para nunca más
perderte,
¡hay vientos jugando afuera, niña ¡
¿qué hacen los vientos contigo?
¿qué dicen, qué gritan afuera?,
Merodean, las horas, las herraduras
que se hunden en el último polvo,
ahora que
sé que me esperas,
cuando la vida disponga
aquí estoy:
fruto árbol
será primavera,
tú y yo,
juntas,
Hija mía,
juntas,
será primavera.
1 comentario:
Un poema de una hondura conmovedora.
Un abrazo y Felicitaciones.
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