Ladran los días en el camino visible
de mi ventana,
de mi ventana,
melodía aledaña
fustiga
a lo que importuna
tu
imagen,
los
toneles
transportados
por
el camino polvoriento,
esa
imagen
esa respiración lejana
esa respiración lejana
que
tuve hoy,
el
sol diario golpeando su resplandor de incendios
en
la inocente
inopia de los místicos
inopia de los místicos
que
a diario se instalan
allí.
La
ansiedad de tus deseos
a
mediodía,
la
voz urgente de tus vacíos,
la
peste que ha distorsionado
la fachada,
la fachada,
tú
y yo
en
la fatiga de la tarde.
Destejí
los años,
qué
soy ahora,
qué
puedo soñar contigo,
la
fe tranquila
de la
sombra que duele a veces duele,
con
tu propuesta construyo
la
musa del cemento.
Jadeante
salgo de ti,
sofocada
una
flor aplastada
en los bordes de un mar,
su espuma lenta,
los elementos apretados
a
tu intención,
que
nadie oiga nada.
Lo
que suceda
de ahora
en adelante
no tendrá
más sentido
que
para nosotros se asome
como
el correteo de insectos
de
una noche dormidos
en
verano.
Mientras
todos hablen
del
tiempo restante
el
licor
suavizando
las conchas
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