ANCIANA…
Dejó su bengala,
sus evocaciones,
del picaflor su martirio,
el sarro entre sus
dientes
y bendijo la jaula.
Bromeaba el torso azul,
sus bolsillos,
su caleidoscopio que
tradujo su depresión,
los rencores de los
asientos vacíos
les dejaron arrugas rojas
en el terciopelo de su
cara.
La contemplación es
interna y peligrosa.
Una tarde espoleada,
que desvaneciera
en la penumbra una
mirada,
en la tantísima
esmirriada anciana
que camina con bolsas
y sus piernas mordiendo
la vereda
como apacible enemiga.
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