VINO
SANTO
1
Estas son palabras sacadas
de un libro
que un puñado de murciélagos
cruzó en el mar.
Rascó la sangre de nuestras
heridas
en esta realidad
insoslayable,
y un universo
alucinado en la estepa gris
en la espina de la danza
hizo un edén al picaflor
que la rama hirió por si callaba.
Una sangría despertó la
ternura en su pelaje
y el instinto lo arrastró
alejándolo más y más
en busca de otra carne.
Hoy es un alto farol
en
medianoche
que ha roto un resuello
de los que duermen con luz,
pues teme
que el agua remonte del abismo
y lo vuelva al mar.
2
Soplan vientos en otros valles
en cuestas áridas,
raspan claros cimientos
soplan arcaicas voces
y vamos indagando el futuro.
Soplan penosas plegarias a los muertos.
Olvidamos luego los lugares remendados de un viejo lienzo,
un destello,
pero cualquier mancha
es piedra agusanada
es tibia memoria,
que nos trae la felicidad
a las calles concurridas,
pero parece salir del cuerpo
un hedor a intimidad de amantes
que se irán al amanecer.
Como si no entendieras mi queja
ladeas tu cabeza,
y un trueno
me trae el resquemor
ese gris de duelos que dejó nuestra mirada
en el aire, en ese banco,
en esos desconocidos,
que hacen preguntas y ellos mismos
se dan las respuestas
y qué puedo decirles yo,
que también soy cobarde.
3
Saqué el alfiler del
costurero en medianoche
y no pude dejar de estornudar,
despertaron,
yo estaba feliz que miraran cuando hilaba el mantel
para mañana.
Nos dimos un abrazo
dulce en el campo
y la granizada nos mojó.
Urdí también las medias, bordé las sábanas
y no volví a hablarle,
pero supe siempre que el retrato iluminaba la mirada
como centinela voraz
en alguna habitación.
4
Tembló me dijiste y me quedé a tu lado
como quien tira el dado mayor
con la pausa de un fruto a punto de caer,
escuchando el tictac del reloj a pilas.
Tu paso hizo ruido en el riel cubierto de hierba seca
y soñé que a alguien abrazaba
y muchas fueron las propuestas a elegir,
la entrecortada explicación hizo natural el rumbo
con la confianza de un espadachín
que es observado descansando.
5
Ya no estás.
Sepulta tu hoja escrita de filos de tinta
en la poza de tus aguas
donde sorbiste
el último respiro
para las amapolas ebrias
de tus noches de amor.
Tu madre me contó
que en las veredas celebraste el cumpleaños número 20,
los juegos artificiales se apagaron a tiempo,
y no prendió tu vestido de organza.
Tus zapatos de charol en los cincuenta
se quedaron a los pies de tu cama.
Oh niña de los bucles sintéticos, de los pechos soñados y tu
boca de almácigo,
aquí tienes una flor de noviembre,
con una raíz eterna
y un labial.
6
Pasa el tiempo.
El humo de las chimeneas cubre los techos y la polución se
pega en las ventanas.
Me sorprende ver su
cara frente a lo demás.
Lo hago pasar, la
once está servida.
Hablamos del matorral donde cayó un zafiro
en la cabeza de un San Juan y le dio el resplandor de una
edad sin límites
y sin púrpuras innecesarias.
La televisión daba su
novela, miramos extrañados aquellos
conflictos inventados en la tarde nuestra.
Ahora, sus ojos descienden al insecto que yace en el piso.
Toma mi mano y me dice que es tarde.
No es tarde le respondo,
los hospitales están colmados, el destello de una luz nos rompe el alma,
y le repito que no es
tarde,
para tomar el San Juan y devolverlo a su lugar
nomás dejarlo que respire.
7
El niño volaba en el cuarto oscuro sollozando de dolor
acompañado por la abuela,
la sirena quedó marcando su agudo decibel
a la hora del té,
y no peinó su cabello ni su mate fue por su garganta,
sacó sus vestidos de percal
que vestía en el mercado de su juventud,
pidió la leche desgarrada del relato
quedándose sentada
al oír la noticia en la radio,
subió la gradería como si quisiera subir a un madero,
tomó el anzuelo como a la humanidad total,
no quiero me dijo afinar mi pecho,
la cuita se llenó de gotas por sus pómulos fervientes de lo desconocido,
cabeceando por los sillones
como una demente
se desprendió poco a poco del cuerpito sin síntomas,
y en el escritorio
la fotografía de un niño resbala
en el pisa-papel.
8
Pasamos de vitrina en vitrina mirando las parcas, pantalones
y camisas, hasta encontrar la corbatita aquella,
la que usaste para el matrimonio.
Caíste en desgracia ¿recuerdas?
El licor de alto grado
te trajo las muñecas que te molestaron en la pesadilla,
y las hiciste bailar
hasta matarlas.
Sí, fue lamentable, pero nos reímos de la situación.
Tus piernas inconmensurables en la sala de esa casa elegante,
lejos de nuestro status,
tu cabeza arrastrándose por el piso,
José que agarró tus cabellos y me miraste con tanta ternura,
todos gritaban jolgoriosos y me miraste otra vez.
¿Qué podía hacer contigo cuando te llevaron?.
9
No odio a quienes no agrado,
pues abierta está mi
vida
mostrándome una hebra luminosa
allá en el cielo
para distraerlos.
¿quién mira la
quemada basura
o mis vestidos que no alcanzo a secar?,
arrecia el temporal de lluvia con el viento en la ciudad y
sus habitantes adentro de sus casas
arrimados al fuego.
Yo quiero saber tu
nombre y adonde vives,
por si alguna vez carezco
de alimentos
y las palabras no logren pasar
por mi laringe.
10
Mañana es navidad
y el sol muestra la vegetación resplandeciente
del verde sur que nos recorta
tan bien el cielo,
aprovecha en mirar antes que la técnica cambie de estilo,
que el agua mugrosa se te pegue en los labios,
y la indiferencia te envenene los ojos.
Ya no sueño que vuelvo al
desierto
que enlazo un jote caliente
a mi lágrima antigua,
ya no sueño casi nada,
sin embargo, sé que mi corazón es tan ingenuo,
un trineo
un columpio,
y arriba mi cabeza
equilibra al pájaro
que no morirá,
pues quién ha visto a
alguno haciendo arcadas.
Todo sigue brillando como un rubí.
Desato la cinta de mi
regalo para mi niño profundo,
para el niño que me llena la imaginación,
para que soñemos lo
hago entrar,
con compasión,
con compasión.
11
Tan joven murió quien admiró al general macabro
y me amó como quien
dice
para lucir un sombrero alón,
para quedarse conmigo como si no tuviera más hogar,
así esperé al angelito
colosal de unos sueños locos de mi adolescencia,
- cambiarías dijiste en democracia -
amamos el paseo Atskinson
y mirar los buques de la bahía, contemplar a los pintores,
frotarnos con disimulo y brindar con cerveza nuestro amor.
Mis cincuenta años amanecen de buena gana.
A pesar de tu
no-amor,
desta democracia
y tú estés bajo tierra.
12
No es poema de amor este abalorio
que se ha iniciado por el hambre
que nos da la medianoche.
Es el eco que se empeña en agraviarnos la boca
y mi joven amor no quiere cursilerías
en esta madrugada
que lubriquen el canto.
Una escuela nos cerró la puerta
porque ya es tarde leer con esas letras,
y envolvernos en un perfume barato.
La sirena vocinglera,
un incendio forestal,
un motor,
varias son las razones para estar despiertos
enfermos de alerta,
y no querer más que contemplar el techo,
ahora que todo se está haciendo humo.
13
Me da un sueño profundo,
el viento mueve mis faldas,
entro en mi cuarto a leer,
las flores secas que guardo se escapan
y ante mis ojos los años pasan,
los hijos son pequeños,
me están bautizando en la Iglesia San Marcos de Arica,
mi madre en Huara y su tío a caballo
con el rostro vuelto al trasero,
lleva harina para el pan
es la crisis del 31,
mi abuela y mis tías del Perú
levantan el pañuelo a
mis tíos en algún ingenio,
recogen frutos
y mi bisabuelo
en una guanera lanzándose al mar.
14
Un traspié
por los decorados del escenario
vale un apagón de luz,
la chispa
burlona que decapita.
Me sigo tropezando,
a la vera de los caminos
chirriantes de vehículos
y la flor marchita que mi mano tiró,
no da el jugo
que correría por mi cuerpo
a cambio de una ternura pueril ,
¿qué sugiere la espina en mi labio
qué grita mi olfato
qué azuza las huellas,
qué se desprende de cada error?
15
Te imagino fría tan fría como un muro
aplastando ahogados
en la arena profunda
del mar,
tan ágil como un roedor,
tan vastamente invisible como un secreto crimen,
y nadie te espera,
y nadie te quiere
y caminas al lado nuestro.
No faltas a ninguna reunión, ni un pensamiento está vacío de
ti,
la única cualidad que puedo valorarte
que no discriminas entre las flores, animales, insectos,
ratones, hambrientos, ricos.
Tiendes tu mano al fin y al cabo.
16
Frente a la orilla yacen los faluchos
en el mar tan tranquilo.
Tú de espaldas a la
casa y mis plantas arden en la conchuela.
Tu rostro sonríe a las gaviotas o a las nubes y al haz de
los pinos
sobre su sombra serena.
Te llamo por breves momentos y me detengo ante esos muslos
encallados y tus brazos plegados a las caderas,
Las copas que portas efervescen los cuerpos que se acercan,
en un viento caliente de hermosuras.
Tanto beso desasiéndose en lavas.
Así vamos despojándonos entre esas sombras espinosas y la arena suelta,
derramando el champagne
en la ropa.
17
Hace unos años te entregué mi libro cuando eras un
desconocido cuando no tenía una esperanza que barriera lo tedioso y me acercara a ti.
Que tus ojos pegaran su color extraordinario en un estado de
cosas tan apartadas del dinero,
Allí me acerqué y puse en tus manos mis versos
rudimentarios, me gusta esta palabra que raspa,
estas son nuevas líneas que dibujaron la voz de un político,
el verbo altisonante del reportero, la seña
nerviosa de una encargada de cultura confusa en el evento.
Y allí estás con tu rostro cetrino y pétreo en mi boca que
declama mi libro, buscándome en las
palabras una caída truculenta que se refiera a ti,
y me digas tu nombre y me digas que hace unos años te dije
mi nombre.
18
27-F
Remiendo una red como el océano
y como el sol que vaga inocente
sobre las huellas,
las cabezas arrastran las cabelleras
por el litoral,
sacude los techos de las casas
y el sol arde sobre las que se llevó el mar.
Punto a punto
una voz a otra voz que viene
con el ruido de las olas
rezumando la red y
el ruido que cruza a la tierra.
19
Esta ansiedad y esta
descomposición tan temprano
cuando echo a circular mis
piernas sobre el asfalto
y los niños corretean en mi
entorno,
mi vista sigue a las endiabladas gaviotas que me
cuelgan el mar y su roquerío
frente a mi puerta,
y yo estiro mis articulaciones.
Reúno los circos que en mi vida
hubo,
le sonrío a mis vecinos y le doy
los buenos días,
y me siento lentamente en el
escaño a esperar,
a esperar nuevamente
que el latido se anime,
y la esperanza colorea de golpe
el lecho de mis uñas
y mis encías.
Siento mojada mi lengua,
mi brassiere recupera su forma
mi boca pronuncia, mi pantalón y
mi vientre
y
mis glúteos curvan su horizonte a un techo celeste.
Entonces mi honda respiración,
mi regocijo,
digo en alta voz que quiero una
fruta
y me deshago en ella con su
finitud
y placer.
20
Quien lanzó los dados en el mesón
encontrará el que cayó,
el que está escrito en sus fisuras.
Quien espera a sus amigos,
los que sufrimos con él,
el cirio prendido por sus pupilas
blancas,
él está mirando la llama.
Aun el poste está quebrado,
se enciende en su orificio superior,
donde quedó dormido el pájaro.
Nosotros
que no lo hemos olvidado
en la mesa de los dados lanzados
perseguimos
sus manos sobre el mantel
que se arruga
donde acostumbraba a sentarse.
21
Cuídame de lejos,
que no se note la ilusión
que nos fabrica
tantas seguridades.
Que nuestra convivencia no es una
flor a regar y
en este paraíso los frutos
no alcanzan para todos,
para qué me preguntas del
drugstore y el logos.
Sin embargo el origen del afecto
es un misterio hormonal,
surgió como el agua y siguió
bebiéndose.
¿qué me nutre en esta cuesta
de relámpagos que nos atraviesan
la piel?
Déjame ser lo que soy entre
astros y pavimento
y vivir lo que vivo oyendo a los
demás en otros estadios, querer llamarlos para desarmar matorrales
palpitar con su murmullo, evitar
el desorden mental.
Estás en la mesa por devoción,
en laberintos invisibles, desde
allí te llamaré
para que me ayudes a cargar la
bandeja
de los que se quedaron antes de
la frontera
y dejen su ofrecimiento
y no ocupen lugar en balde.
22
Bajamos del tren hacinado de
pasajeros, corrimos hacia la avenida Miraflores, conversábamos esa tarde
pendientes que no se nos acercaran y avanzábamos rápidamente sin que se notara.
Se abalanzarían a nosotros nos dispararían, esa hora en que ya entraría el sol,
y veníamos hambrientos.
23
Creíste que no vendría porque en
los setenta yo estuve perdida en un barco,
o en una casa vieja,
ya no recuerdo bien.
Se me apuntaba permanentemente,
y mis manos quedaron entrelazadas
a los huesos para siempre.
Ya nadie me saluda,
menos los que estudiaron una
carrera y
tienen una gran casa.
Mi silla de rueda llegó hasta donde tú siempre esperaste
que yo llegara.
Yo seguí con su retrato sobre mis
piernas,
estaba ella enloquecida, mi
compañera.
Desalentó cada niño en sus brazos
y los despidió uno a uno,
hasta que dijo basta.
Y desapareció
como un moscardón impertinente
echado por la ventana.
24
TUS HUELLAS
Mi casa está plagada de tus
huellas
a media tarde y el resto del día
aparcen tus zapatos grabados
en las tablas que cuelgan con tu labio torcido
para que nadie se entere de este
crimen pasional
y se oye tu vocal aguda como un
cardo
espinoso que me llama con la voz
gutural desde el fango,
porque estucan el estuche hasta
horadar
el fondo y nuestra alianza como
víbora famélica.
Te grité que me olvidaras que
escondieras mis cuchillos
que no vieras las entrañas que mancharon el tapiz.
Puntapiés de Circe me dijo mi
madre.
Te rogué que no expulsaras de la gruta que oculta el abrigo
tanto tiempo.
No tengo tus mapas ni la carta
mordida
con tu escupo
para encontrarte,
no tengo aquella que me enlazó a
un poste
y quedé abrasada
por el sol de un espejo.
Fuera de aquí
fuera
hacia donde los cuerpos se gastan
la piel en un río.
25
Sin reputación
Un día recorriendo montículos
pesados
cerca de mi departamento decidí
casarme.
Yo decidí casarme.
Pues de todo
lo cotidiano me faltaba el placer,
y de allí llegaron los hijos, y
dejé mi trabajo.
Medea, yo no quiero entrometerme
en tu vida,
pero acaso me niegas,
que de los pesares este es el más
pesado.
Tuviste mala suerte,
fuiste una lechuza agorera
de tsunamis,
te exaltaste con zapatos nuevos
en la discogay,
te vaciaron
como la flor del loto
prolijamente,
cómo saber para que no cayeras tú
o él.
Buscarle el jugo a otros ojos nos
agravian en un retrato sin fotografía,
y nos repudian,
una calvicie en el resort de moda
sería imprudente.
Y vamos como el canguro de tumbo
en tumbo.
26
PIEDRAS
Las piedras caen una a una mirándose
como rostros resentidos
que se amaron alguna vez en una
cama redonda
con colchón de agua y
peces multicolores
cosquilleándose.
El tostadero donde una vez puse
mi palma
porque juré por tu amada boca de
vientos
que también juró en su condición
etérea.
Si lo hubiera sabido
hubiera dejado las rosas con
espinas
y la poda me hubiera ahorrado la
molestia,
y no hubiera hecho incendios
donde la fruta comenzaba a
pudrirse.
27
El poste está cincuenta y tres
años en la entrada dando luz a mi casa
sobre el alero,
sobre el gato y los pájaros,
haciendo sombra a los humildes
con aplomo de propietario los que son dueños.
Llega el conductor de la
empresa, nos asomamos y pensamos que no
hemos pagado la luz,
siguen su maniobra en los cables eléctricos.
Esta noche me he asomado a ver el
foco en la oscuridad,
los pájaros volaron a sus nidos,
el gato yace en el suelo.
28
Hagamos un paréntesis en esta
semana.
Me levanté tarde, corrí la cortina y asomé mi cuello por la
ventana.
Pasó una paloma, una vecina tiró
un balde de agua o simplemente alguien escupió.
Hagamos un paréntesis, digo,
suena el celular, ha fallecido mi viejo maestro, la secretaria del
doctor me ha cambiado la hora, la consulta será la próxima semana.
Se casa mi sobrina, pero no podré
viajar al centro del país.
La algazara se hace más chillona
en los paréntesis, me siento compungida,
con la boca llena. Miro el cielo, el
otoño ya se acerca irónico este verano.
He de traducir a mi querido
Celan, debo darme prisa, el viento ha removido la cortina de su
cauce,
no sé si cerrar el paréntesis o
abrir otro, este se me está haciendo
estrecho,
y no quiero prolongar la vida
entre paréntesis, entre paréntesis, ya
es tarde, vuelvo a trabajar, es lo que
hago al cerrar el paréntesis.
29
En esta curva avanzan vehículos
suavemente, el sol caldea las cabezas de
los conductores,
les hacemos señales para que se
detengan,
un girón de la bandera yace en el
barro, el vaho se levanta al cielo,
los niños corren gritando de
aburridos,
los bocinazos nos ensordecen y
compramos un helado, otros compran bebidas,
el gustillo al café de la mañana
aun rasca mi lengua.
Un hombre orina, un baladro me enloquece,
un murmullo y todos corren
levantando polvareda y barro,
cansados en esta carretera en
primavera en un feriado,
el parque del recuerdo está luego
de este tramo bochornoso.
30
Ha sucedido el día en ciertas
horas.
Me lastimó en alguna, en otras
fui la fortificada arena que no tumbó el viento.
Mi cuerpo arreció en cataratas
sobre la roca
y di un beso al agua.
La emanación del cieno encerró en mis ojos
la salina tumba de Eurídice,
y su mojada cabellera se
enredó a los faros destruidos
de la tormenta
que sufren por mí,
es dolorosa la vacilación
en los rincones sin hambre
que están gestando estrellas
benignas
en el césped.
31
Anoche jugué con la llama lábil
de la vela que tenía en mi velador
sobre los libros,
rodeada por mi celular y mis libros de poemas de
Shakespeare,
Juan Cameron, Westphalen, Jorge
Boccanera
y mi amigo boliviano, que espero que le den mar, Gabriel Chávez Casazola, yo creo que es Casasola, pero en fin.
Las voces no me molestaron.
Entró un murciélago a mi
habitación,
en la quinta oscilación de la
mecha, al quemarme la cofia del pelo me incorporé,
desperté a mi marido que como
siempre estaba roncando,
arremetió sobresaltado tomó el
tridente y lo ensartó.
Llegaron unos señores de blanco y
me llevaron maniatada,
inútil fue explicarles que los
murciélagos no habían sido invitados a la fiesta,
y me sonrieron sin escucharme.
32
Por las calles tartajea su cuerpo que arrastra
desde la buhardilla al hospital
el día que salió sangreada
de la guerrilla
con su labio partido,
canta loca canta que tu mal
arrancas
el mal de tu temblor.
Devastó tu niñez,
sé bien quién te acompañó en las
lides auténticas de la lealtad al tutor,
la obligada ruta maloliente de
las campañas electorales,
pero no estabas aun ideologizada,
la espina es bífida como una
lengua a oscuras,
sol y sombra sobre la carpa,
tu boca deseosa no encontraba el
destino de su lascivia ,
el calendario empieza a encorvar
tus huesos, pequeña,
malherida te ven los acaudalados de flores y perfumes
y husmean ya los papeles que no
firmarás en tu tratamiento
tan caro,
pero no eres la única de la población.
33
Esta la tarde celeste habitada
desolada fresca sí con esa humedad olorosa en medio de la multitud cuando he
salido a las calles,
han pasado millones de instantes,
los llevo en todas las imágenes
multiplicadas infinitamente.
Adolescente todavía en este
tiempo sin pudor, figurín a medias, la
tirria de lo que no supe lograr,
sin embargo,
la tarde me duele y estoy
feliz extrañamente ,
es una lágrima dulce la que me
soborna.
El solfeo francés de Jacques Brel
en Valparaíso en el 71,
Los parapluies de Cherburgo con
mi corazón recién hecho
los cristales se empañan, es un cristal de la memoria.
34
Mira los restos, amigo.
Lo que late en nuestros caminos que
siempre quisimos y arredrados dejamos debajo de los cimientos.
Nosotros que hemos distorsionado
la vida
de este mundo,
y no el mundo a la vida.
Mira como nuestra piedra ruge en
un tiempo
la sin memoria cautiva
la toda tranquila alma
si quisiera decir.
Todo lo que nos botó a la ribera.
Lo que abre en la amígdala
un surco a oscuras,
si abres la boca trabarás
la roca enferma,
que nunca estuvo en el mar.
35
Oye
a ti te hablo
los huesos de tu tumba.
¿Dónde está la carne que tembló
En mi carne?,
¿Dónde las estrellas que pobladas
Hundieron su sangre
En la noche,
Y se vaciaron
en un eje abriéndose a mis formas
como antigua forma de repetir suplicios.
Sostengo la mirada entre los árboles y piedras
Y veo acercarse a oscuras la tez que acaricio
en tu panteón.
Mi encía desdentada se asemeja
a los sabores vinosos
de las viñas donde el pozo
te cobija tan callado y flaco
hasta que vengo
al rinconcito nuestro donde fragmenté tu cuerpo
y te digo que los lugares
donde te he esparcido
son sacramentados
por un pueblo legendario
de mi corazón.
36
Me da vergüenza decir que gozo en
esta casi sombría mañana y ruidos de máquina de corte de leña,
y un rezagado pájaro en un nido lleno y húmedo perdido
entre las sombras mojadas de uno sin corazón.
hay un alegría triste debajo de
mis ojos mirándome el centro de la tierra que yace dentro como un volcán,
me da vergüenza querer vivir
entre esos pozos y ese mar, entre su mirada y su queja, decir que yazgo
aquí con mi carne herible y mis manos
prestas a abrazar.
El sol y la noche dialogan
permanentemente.