Te llamo por breves momentos y me detengo ante esos muslos
encallados y tus brazos plegados a las caderas,
Las copas que portas efervescen los cuerpos que se acercan,
En un viento caliente
De hermosuras,
Tanto beso desasiéndose en lavas,
Así vamos desnudándonos entre esas sombras espinosas y arenas,
Derramando el champagne
en la ropa
Hace unos años te entregué mi libro cuando eras un
desconocido cuando no tenía una esperanza que barriera lo tedioso y me acercara a ti.
Que tus ojos pegaran su color extraordinario en un estado de
cosas tan apartadas del dinero,
Allí me acerqué y puse en tus manos mis versos
rudimentarios, me gusta esta palabra que raspa,
estas son nuevas líneas que dibujaron la voz de un político,
el verbo altisonante del reportero,
la seña nerviosa de una encargada
de cultura perdida en el evento.
Y allí estás con tu rostro cetrino y pétreo en mi boca que
declama mi libro, buscándome en las
palabras una caída truculenta que se refiera a ti,
y me digas tu nombre y me digas que hace unos años te dije
mi nombre.
Remiendo una red tan larga como
el océano,
como el sol que vaga inocente
sobre las cabezas,
y las cabezas arrastran las cabelleras
por un litoral tan largo como el
viento,
que sacude los techos de las casas
en un invierno tan largo en un
mar tan ancho,
y un sol que arde sobre las cabezas
que se llevó el tsunami. Punto a punto
una voz a otra voz
que viene
con el ruido de las olas
rezumando la red.
Esta ansiedad y esta descomposición
tan temprano,
Cuando echo a circular mis
piernas sobre el asfalto,
Y los niños corretean en mi
entorno.
Mi vista sigue a las endiabladas gaviotas que me
cuelgan el mar y su roquerío
frente a mi puerta
y yo estiro mis articulaciones,
Reúno los circos que en mi vida
hubo,
le sonrío a mis vecinos y le doy
los buenos días,
y yo me siento lentamente en el
escaño a esperar,
A esperar nuevamente
que el latido se reanime,
Y la esperanza colorea de golpe
el lecho de mis uñas
y mis encías,
Siento mojada mi lengua,
Mi brassiere recupera su forma
Mi boca pronuncia, mi pantalón y
mi vientre
Y mis glúteos curvan su horizonte al sol.
Entonces mi honda respiración,
mi regocijo,
y digo en alta voz que quiero una
fruta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario