HORA 1
Fue así que abrí los ojos. Henchí, sin darme cuenta el pecho, sangró el ala
inquebrantable a la que voy prendida sobrevolando barcos viejos que volverían a
zarpar. Los escultores olvidan las alas al anochecer y en la aurora los
hóspitos rostros alzados son ciegos.
Concurrí a contemplar por las veredas semioscuras y beligerantes a los
hombres y mujeres, entre mastodontes de
polvo endurecido, relatando nacimientos
nuevos, celebraciones, su algarabía sudada, la mueca tensa y su mano buscando
la posición estética en alguna parte del cuerpo, en el cuello, la cintura,
cadera o cualquier sitial donde anclarla.
Miran ellos la inmensa oscuridad
sobre sus cabezas, luego inclinan los ojos hacia sus pies que arrastran alguna piedrecilla,
la arrastran, la pulverizan hasta ver sanguinolento el lecho
de sus uñas.
Lugar de la bestia, lugar sin
lenguajes
La ensoñación crispa el músculo y me articula todo el día, lo copia a
cabalidad del filo en la médula que hiela. Los niños estiran su brazo cogido
por otro brazo, así trastabillan y
sonríen.
Los duendes tiemblan en el frío abandonados buscando la mórula, el pezón
que los amamantó, escriben en una soledad encabritada hasta la raíz rota y
beben, beben la sabia, se bañan sombríos
en la leche materna, burlan al sol para despegarse cada trapo, dicen aquí hubo
una costra, otra costra aquí, y aquí otra.
Me acostumbré a esconderme como un animal enfermo, en un rincón con sus
ojos inmóviles, derramantes.
Yo no soy un niño ni cuelga mi brazo, soy la hoja de un árbol herida por el
viento que espeluzna en la grácil fuente de provincia al rendir la tarde.
¿Quién huye al reencuentro?
La oscuridad involucra a las cosas rescatables
que tanteamos hasta desprendernos
las uñas
y persistimos en buscarlas.
Quedarnos quedos mirando la llama,
puede quemarnos
la razón,
abandonados temblamos gélidos
entre las rocas
que nos contarían la dura verdad,
las abrazamos como el sol ilumina a las flores de las tumbas,
huesos que son polvo esparcido al abismo,
mi boca con la lengua relamiéndola
pareciera urdir señales,
azores,
supuestos
y no caer nuevamente en aquel pozo estrellado.
Hoy,
como siempre,
tu desayuno en la mesa,
mientras
sobresaltadas siluetas se niegan a las alas malheridas,
a las flores blancas, a la piedra dura.
La oscuridad podría ser tu resurrección.
****
El tintineo apaga los pasos que duelen en la guirnalda colectiva de algún
templo comercial, en la estación
hacinada de bolsas con grandes letras. Semidormida
como las margaritas desprendidas en los dedos románticos rezagados, no os
saquéis el corazón que se deshace en el silencio espeso. Quien sabe que podamos volar.
****
Desde la orilla lanzo
un martillo al lago hasta formar el círculo mío, saber que tengo una curva
profunda en el agua para ahogarme,
quien venga a sentarse en mi lugar verá
mis brazos rasguñados haciendo señas por el ocioso afán de dibujar raíces
en una espumosa altitud.
En desorden, mis dientes apretados en pos del vocablo
poderoso, ese deslucido aire que mis ojos atraviesan y se esmeran en leer el
sino que va escribiéndose en los bosques ajenos
o en la espuma, cuya
onda cambiará los signos.
Entrevista silueta que
temblorosa contemplo, por aversión al espectáculo mis ojos arranco, muda como las piedras me oculto en la oscuridad murmurando hasta que
expire como un soldado triste, profundamente triste.
****
Cuando tú cantas yo te
replico con el sol del universo que me quema.
Cuando tu signas fuego
al invierno desde eriales yo te extingo
en la espeluznante noche que nos dividió.
Cuando besas tú los
besos de otras bocas con tus labios promiscuos, yo contemplo tu fatiga en un espejo cuando has vuelto. Cuando el silencio es la grieta oscura de la
piedra yo susurro aire de tu seducción.
Cuando la garra detiene
monedas del mundo su valor verdadero, reúno
tu esqueleto huesillo a huesillo
y lo sepulto
santamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario