Fuertemente el cilindro del gas en
mis oídos parece reventar,
mis oídos parece reventar,
a esta hora acabo de almorzar
y quiero hacer la siesta.
Un golpe cerca, se va el camión,
y giro mi cabeza,
sus ojos grandes
detrás de las cortinas, justo
mirándome a mí,
mirándome a mí,
es él,
quien a diario bruñe en calor que nadie aprovecha
quien a diario bruñe en calor que nadie aprovecha
y margaritas desechándose
detrás del balcón,
detrás del balcón,
sus hombros sobre la manguera para
regar,
rompe la tarde,
rompe la tarde,
la algazara se silencia,
y me amarra la garganta un aire seco que al terminar
la tarde va a pedirme un trago,
él cierra estrepitosamente la puerta
da miradas a la vereda y a las margaritas blancas
que olvidan la frescura de la tarde.
que olvidan la frescura de la tarde.
Mis pulmones acezan a la sombra de un muchacho en
flor.