lunes, 2 de noviembre de 2015

UN VERANO Y UN INVIERNO




No se conocen las penas
ni se aprende el amor
ni se sabe qué en la muerte
nos separa.
Sólo el canto sobre la sierra
celebra y santifica”.
Dice Rilke en el soneto XIX
 de Los sonetos a Orfeo.



Lejano como almíbar en el árbol que no  alcanzo,
dejado por insectos todavía larvas,
que en un polvo quizás desde cuándo,
quedó la cal sobre esas hojas blancas,
cuyos frutos sabrán renacer
cuantas veces quieran.

Todo vuelve a la memoria,
las cenizas de unas  sienes que protegen al miedo,
la posición de humildad de cualquiera
que me lleva en edad
y la misma  manera tímida de avisar el día.


*****


1


Ya es tarde
la música te aplaca 
un contrapunto que  te apena
quizás
racimos que no lograste cortar. 


antes que vuelvas rezumarán las voces
de gente que pasa y 

el sudor por las hojas del muro 
entre los dos 
una  esquina disolviéndose en mi imaginación
harán la caminata nuestra,

un gusano 
en la copa del ciprés que nos embarga
con su carga a la sombra, 
nombres y notas, 
una revolución de sensaciones,

mientras esta noche adolece 
de presagios que no  cumples,

una  canción de  montañas,
una esfera de la calle iluminada 
por luz falsa,
danzas en la acera, 
las volutas multicolores nos engañan, 

cosas que se ven en la ventana,
una canción que emana 
tarde al vertedero
los insectos muertos,

la sequedad del verano, 

hace un rato volaban, 


evocar ya de noche enciende pieles testarudas
y estamos 
sobre el polvo que respiras
de las construcciones, 

mientras bailas

seductora como el mármol que esculpes
con tus manos, 
no dejarás que te apague el taladro, ni cincel 
ni  diálogo, 

un canción solamente 

el gorgoreo de tu garganta, 
el nácar  del sol



y tu corazón con semillas  a destajo
y tu canción en tu cuerpo y tu cuerpo 
en mis brazos que no alcanzan el compás
de nuestros pasos lentos sobre el tapiz. 






2

Rauda de frío entre la gente se desliza 

picotea la tierra donde mis huellas
dan su discurso,
paloma a mis pies que pisas  
el reproche  de mis ojos, 


me dice que esta tarde 
renace en el aire en  aspavientos
de unos cuantos abnegados,
preocupada y mentirosa, 

a la  ruina  las horas son robadas,
no quiero que te escudes,
ni abandones el esfuerzo
que haces,

porque  hay  contento
de rendirse en un rincón
y no acordarnos más de quien nos dio en la lluvia
el golpe de gracia la flor
que se entró por la boca
y almacena sus pústulas en la piel.

Hay excusas cándidas de los que viven en paz
y  siguen  la huella, y los que eluden,
seres minúsculos amontonados en las visiones 
de quienes se nos asemejan.



3

La ostentación de pétalos al borde del desagüe,
aguas de antaño nacidas en  montañas 
doradas luces,
sueños adolescentes que descendieron solos, 
tan solos,  esperándonos, 
tan solas descendieron dichas aguas,  
como nos cuelga un  daguerrotipo
al cuello,
se nos suelta 
y resbala en la  luminosa calle adoquinada,
en esa  marea,  quizá con qué fin.

Flores y papeles pegados 
por la velocidad del agua,
por la prisa del tiempo,
y de otro tiempo macabro,

fotografías de jóvenes
sonriendo,
en la terquedad de las aguas  turbias,

una noche fría nos deja  
al lado de la chimenea,
remodelando  santos vestidos de satín.

Y nos escudamos mintiendo,
porque somos lo que quisimos,
lo que pudimos lo que soñamos,
y lo que alcanzamos a avanzar
en medio del alboroto
de los que no volvieron.




4

Ilusión

Hay verdades  apiñadas en el corazón
como casas vacías
buscándose el asta dorada,
la aldaba  que encierra al  viento
el jardín de pasto sintético
y un  cartel comercial.

Hay verdades que no nos encuentran,
no nos dibujan  ni nos escriben,
porque en el adolorido mutis
se nos va  el tiempo,  la vida de jarana,

y enmudecemos al  goteo de la gruta
por si arrepentidos volvemos 
a la tranquila razón de pernoctar,
el tamarugo
que bebe en la arena, 

y se nos  aplaca
sentados en mullida hierba

mientras,
hubo  primaveras detenidas
en fecha errónea,
dictándoles a las flores
la mortal danza
que parezca naufragar
con salvavidas.

La verdad rompe las manzanas
que ruedan a los pies
de los mimos,
como dice Sergei,
no todos son manzanas
ni saben cantar.


 5


En el Guadalquivir
un relampagueo de sol
me canta
y me añora con una nana bendita
que gimotea como niña alegre
y recoge papeles escritos de la vereda.

Y el son vale para todos. Me dije.
Cantó papel a papel colgado el verso
que hería en todas las horas del día.
Plagado el suelo de huellas con versos,
el sol sobre mis manos
y mis labios agrietados.

En el Guadalquivir respira un hombre.
Y me embarga la luz que va quedando de la tarde,
mi delantal manchado de mis manos
me he sacado un libro de un banco,
con poemas de amor.

Crucé el puente bajo las luces nocturnas
y las aves durmiendo,
y los ciclistas.

Se me ha hecho de noche,
y cerré el libro.


6

He vivido así,
como germina a diario un botón en la apestosa rosa del jardín,
como se riega,
y acaba,
mañana,
en fin,
me levantaré a lo mismo,
a esconder la raíz,
y cortar los sarmientos,
como si terminase matando los sueños
sin saber que los sueños
precisamente,
son la rosa.

7

Indago tanto. Hasta tarde los libros giran en el aire.
Y quiero encontrar la mejor manera de responder a esta necesidad.
A esta forma de no poder expresar sin sentimientos.
Pero en fin,
la garúa cae,  como yo voy avanza
en estas lides del alma,
en estas perecibles horas,
con la mirada de los que nos están.

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DAVID FERNANDO DUKE - PINTOR SALVADOREÑO

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