Le pregunté a qué hora
salía el pan batido. En diez minutos, me
dijo. Recibió el dinero de otro
cliente, le puso los cinco panes en la
bolsa y le entregó el vuelto. El
cliente se despidió. Quise poner mi pan en
la pesa, pero bruscamente me dijo: espérese. Me
sentí molesta, la miré a los ojos y ella con una mirada
invasiva, volvió a decirme que me esperara. Me quedé allí observando los
envases y conservas de la estantería. El televisor pequeño, de pantalla plana,
seguían transmitiendo el partido. Tomó la bolsa de mis manos, la puso con
brusquedad sobre la pesa, y me entregó el vuelto, pero yo no le había pagado. ¿
No me recuerda?, me preguntó, no, no
la recuerdo, le respondí, ¿por qué?. Tomé mi
bolsa y me fui, pero en la puerta me tomaron unos policías como si me fuera a arrancar, me
pidieron el carnet de identidad, me registraron, y luego, me dejaron ir. Antes
quise hablar con la mujer que me atendió, tenía la ira contenida, crispada, pero al
mirarla vi que entregaba el vuelto a otra persona. Salí de ese lugar imperturbable, pensando quién sería ella, que sospechó de mí.
(Fragmento de Alumbrado Público)
(Fragmento de Alumbrado Público)
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