lunes, 21 de abril de 2014

AGUA DE ABRIL

Ven a escarbar el agua a despegar sanguijuelas a restregar moluscos no perder el tiempo
ven a rendir honores a la trascendente lucidez del aire en los pulmones sumergidos bajo el agua,
hay que encontrar la raíz de un cuerpo semejante al  tuyo,

que responda a tu voz de la memoria.
                                                                ana rosa bustamante




Si me dijeras que se transforma en un pájaro la sombra, el hielo en río, la vida en lodo, si me propusieras este sentimiento en  sed  que aplacara los candiles y una oscuridad me durmiera para siempre,  si en  solo un momento oyera el rumor de tu caminata.
El césped gris donde se acuestan los pájaros tiene una huella de neumático, así me duele tu silencio, gris gris será la tarde, y los pájaros y el césped,  y qué conduce ese neumático ahora que dos creamos una flor que está sobre  una rama seca palpitando sola.

 Yo te quiero aquí aunque no seas casi nada mío, aunque no miremos el mismo resplandor de esta quincalla nocturna,  que ya no gozamos la tumultuosa calle ni el  desvarío juvenil se termina, yo te quiero  en este lado mío,  para saber que hemos hecho un universo cuyas banderas estarán dobladas para siempre.

Si me ves ahora como en otro rango un durazno de otoño y rezagado en su barniz de primavera así olvidada,  si me  oyeras como el viento gemir desde mi adentro, tan helado,  si fueras  mío de alguna forma extraña, cerrando este vacío.

Cuerpo enjuto seco que cae en el polen de las aceras donde mis ojos  ríen niña. Arriba la luna sobre los  fantasmas,   amanece sobre los cuerpos olvidados de  las historias narradas en mi niñez.  Y qué soy ahora fría en esta rara  madrugada  y para qué, ahora que ya todo tiene otro significado. Cuánto me dueles y quizás yo ya no exista.

Cuántos paseos con  tu padre y tu  madre
Cuánto en la memoria como el polvo ha siglos,
Así arde un fuego invisible sobre los objetos,    y nos reímos juntos y lloramos solos, cuántas veces.   Quien no tiene memoria nada llora ni busca fechas en las fotografías.    


Busco un redil,  muchacho
te busco   en  un montón de fierros donde asentar mi morada,
te busco con tu beso  disparatado para dejarlo aquí y hurgar las avenidas,
cuánto está perdido hoy  que ya la esfinge no respira como una vez creí,
yo tengo risa y algarabía en mi corazón, válgame esta palabra,
vamos a darle avalúo a la charla, 
enciende el oquedal ignorado sin luz ni lluvia,
sin sol apenas,
quedémonos mirando la noche  cambiar de lado,
porque nosotros somos de la noche y del día.

Antes era yo un manojo de temores  de pupilas sobresaltadas sobre un papel y una lánguida esperanza con la piel más fina que avista cualquiera mi sangre.  Hoy ya no importa lo que sea,  extiendo así mi mano.

Cuando trabajé esos años había cesantes en las calles, y mis proyectos no abandonaron sus ripios, fueron años convalecientes diariamente,  el aire  sobreviviente nos hacía respirar con énfasis,  y me sentaba en el muelle a mirar las gaviotas que se posaban  en las embarcaciones, en  sus banderolas de colores,  me gustaba adivinar cuál era la pesca del día. 

Cuánto deseaba verte
así entre las ropas de la cama,
con ese dejo pegajoso de tus ojos
desde  mis hombros  a mis pechos
esta mañana de sol.
Estabas atento en la escalera del mall,  recuerdo
esbelto entre todos,  camisa blanca,  pasaste a primer plano.
Te miré como quien enciende la luz y mira la sala
llenando con tu conversación  la casa.
Cuántas fueron las formas de acercarnos.
Llevaste mis dedos a tus labios,  tu barba tocó mis labios,
y elogiaste mi presencia.
Olí tu perfume y rozaste mi cadera.
El viento golpea los faroles bajo los sauces voluptuosos,  tu mentón se aloja en mi cuello.
Quise desabotonar el cielo en la hoguera negra de los dioses dogmáticos,
un óleo enmudeció el fluir  de los ríos y la seda mató a la mariposa.
Ahora, que la ciudad fluye de ti,
tu firme musculatura despierta un íntimo resplandor,
y saludo a mis semejantes sonriendo,
y eres mi firme bastión,
el aire de los días que vendrán
tranquilos,
              satisfechos,
                           existentes.



Qué creías, que me dejaría golpear,  que sería  una más que dejaría humillándose en calle esperando sanar mis heridas para volver como si nada, qué tú que pensaste que juntaría tus pilchas para lanzártelas  por la ventana, ahora que esto se me está pasando.




.
No falta por qué entristecerse. No falta porque despotricar contra algo,
Y me sorprendo tan desalentada así de un momento a otro,  yo que hace unos unos minutos  estaba contemplando una puesta de sol a través de los cerros.
La luna apenas se ve entre las nubes que se disuelven después de la lluvia. Oigo las noticias en la radio.  Mi cena ha quedado sobre la mesa.  El agua se entromete en las canaletas como una risa incoherente, la noche rompe en silencio mi soledad.
Siempre he dicho que la alegría es fácil, y me cobija la melancolía  como la infinidad de muñecas sobre mi armario.

Mi  mano roza mis cejas encerrando el pensamiento perdido entre tantas sensaciones inefables,  la música rítmica a lo lejos me dice que yo no estoy allá,  ni estoy aquí, el ladrido me trae al presente un barrio del norte que creo recordar, pues nunca visité.  Sigue esa música, el televisor a medio volumen, los pasos repentinos se acercan a mí,  y las palabras se aglomeran como gusanos blancos de la basura.

Pescado casera  gritan, los pelícanos sobre las presas en el río, el sol está secando  la lluvia y me paseo sobre las pozas malolientes. 

Caminamos vestidos, hablamos demasiado, articulamos los brazos y nombramos
continentes. Pero el hambre nos hace trabajar, mentir, y frente a un espejo, llorar. Luego, la muerte nos verá con nuestros ojos.


En Picarte las aguas se anegan y la luna se refleja en las cunetas.
Los hombres y mujeres que han caminado de día por las calles  soslayando a los vehículos están hambrientos,
Sus rostros cansados contemplan en la lejanía como si se hubieran perdido en la niebla,  aquello que los animó no existe, aquello fue solo una algarabía transitoria y su casa no encuentra a su dueño.

Los perros viejos de los rincones los miran, aúllan suavemente para borrar la monotonía.  Es triste ver que no tienen familia o quizás la tengan, pero no los esperan.  Nadie espera nada, los ojos se van cerrando poco a poco hasta que volvamos a amanecer.

nube

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DAVID FERNANDO DUKE - PINTOR SALVADOREÑO

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