viernes, 7 de marzo de 2014

LEYENDA



LEYENDA

El festín se encarga solo del trago, sea dulce o amargo. La obligué a subir por el árbol que habíamos plantado en el centro del salón, justo frente al altar donde bullía la veladora  naranja frente al cuadro de sus padres, le dije que no se quedara  sino quería, que nadie diría nada, nada la delataría.


Las jaurías ladran a lo lejos esta mañana gris del pueblo,
yo no me levanto  antes  de las nueve.
La llamé
le pedí que se viniera lo antes posible
para desayunar y que nadie
pueda interrumpirnos
en esta jornada
de confesiones, 
y hurtos al ocio o a la hora laboral,
con todas las ganas de vaciar
la cantimplora de los dedos
no decir nada,
apilar las hojas hasta cubrir la mesa
de historias inconfesables
que iremos quemando una a una
por temor a que nos estrangule
la voz  errónea, esa que me estrelló
mis ganas de abrir mi dolor,
con inocencia de la costumbre
que no la culpo, 
de una idea puesta en la mesa diaria,
no, yo cantaré el peán correspondiente,
al dormirme en la tarde
con las rosas cerradas antes de la primavera.


Voz estentórea al salir de la mina
minero azul,
desmañado corazón sudoroso,
tu mueca enrabiada y a veces risueña
para la posteridad
se maquilla para el mundo. 
Yo retrocederé de alguna forma
para ocultarme de ti,
no quiero ser cómplice.
En las fotografías se alza un ave y muge
como un vampiro,
aletea de formas extrañas,
y se sumerge en el mar
ahogándose con mi sangre
para que tú vivas y
mis venas están delgadas y transparentes,
mi frente levanta su estrella a los astros
y mi cuerpo con su fragoroso movimiento
alza la hoja
la vid
la cara impura que me escupió,
vaya qué difícil es sobrevivir,
pero yo seguiré riendo en medio de las multitudes
que vacían inútilmente
las cuencas de las manos y de los ojos
sin lecho para dormir.

El rayón en la pared comida de la termita ha borrado el mensaje.
La baratija adquirida por todos, no vale la pena nombrarla, pues el aire ha roto por  las hendijas de las puertas cada servilleta escrita hace  años.
El soplo saca los balbuceos al niño dormido en su cuna.
Manco mi  rezo, me perturba hablar estos temas, pero el grave tintineo en la pequeña mano se vuelve mariposa en el cuarto.
Me quedo sentada con los ojos semiabiertos envolviendo la tela repasándola al ritmo de los pensamientos raudos y ateridos eternamente, sin hallar
La resolución.



Cuando llegues a casa hay un yugo que revisarás,
la faena es azul disimulada con tu cabeza rebosando en mis brazos.
El arroz estará servido como siempre  sobre el mantel pulquérrimo
y una flecha con su carcaj en la hora exacta.
El reloj curvo de nuestra boda dará la hora a la misma hora,
suntuoso brillante.
Tu palma con sus trayectos trémula sobre mis labios
y la pestaña dolida que acallará mi voz,
la carnada cruel, la manivela
masa seca, aceite que chorrea sobre mis huesudas manos,
para el pan centeno,
allí ambos sin culpa, acezando los cuerpos hasta terminar el pan
hasta el fin de los pocos años restantes juntos.



Calla herramienta que no te veo y horripilante chirrías detrás de mi patio en alguna vecindad,
calla esa fosa con dientes esa luz con relámpagos esa agua venenosa
necesito mecer mis pensamientos,
que la tinta coagule el ritmo y ponga la música,
que lejanas hordas vivientes expulsen el corazón
en mis letras,
paran el naranjo blanco de la medianoche.




¿Cuando sople el océano mis huesos al oriente seré el sol pasando al mar o
la lagartija arrastrándolo a las piedras?
¿en qué teoría estará mi nombre?





Las habladurías se oyen a través de las paredes,
Ríen a mandíbula abierta, ahora
El silencio es absoluto,   les pongo oídos,
El callado diálogo se me instala en la imaginación
Y les converso de mi último viaje al norte del país,
Y sonríen con ternura, me tocan, me hablan casi murmurándome,
He sacado los cuadros, las estanterías de mis libros,
Las vitrinas con la loza para las visitas,
Quiero oír mejor a mis vecinos nuevos.



Vino santo vino
aparte te hago en la mesa sin comensales.
Tu ausencia hace sombras  en los multicolores objetos
que esparcí de niña sobre mi cama
sobre la mesa y los sillones mullidos,
ahora roídos.
Vino sin nombre sin casta sin viña
trocito de almácigo en mi pote de helado que puse al sol en mi ventana.
Una sombra larga me toma por el cuello,
me toca los pechos me manosea el  bajo vientre,
y la pequeña hierba se ha coloreado con sangre de un despojado de tierra,
del fuego
del fin del mundo.




Aquí está el lago azul de mi memoria, la platería del salón,  la hoguera que lleva mi experiencia para besar  el camino que has pisado tú también, para llegar donde estás.  El cuchillo ensangrentado he de limpiar y callaré bajo la encina seca y las nubes que ya bajan a mi piel.  Dame  el poder del porvenir, yo quiero ser profeta,  concédeme el valor al infinito de la tempestad, yo  adivino que tus brazos fornidos abrirán mis muslos bajo la estera mullida.


La cara lasciva persiste aun en su corazón escondido, sus ojos miran los retoños constantes de lo amado, hay luces muchas más aun que eclosionan en su corazón sexual que el mundo culpa. 

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DAVID FERNANDO DUKE - PINTOR SALVADOREÑO

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