viernes, 7 de marzo de 2014

de mi libro VINO SANTO

Te llamo por breves momentos y me detengo ante esos muslos encallados y tus brazos plegados a las caderas,
Las copas que portas efervescen los cuerpos que se acercan,
En un viento caliente
De hermosuras,
Tanto beso desasiéndose en lavas,
Así vamos desnudándonos  entre esas sombras espinosas y arenas,
Derramando el champagne  en la ropa


Hace unos años te entregué mi libro cuando eras un desconocido cuando no tenía una esperanza que barriera lo tedioso y me  acercara a ti.
Que tus ojos pegaran su color extraordinario en un estado de cosas tan apartadas del dinero,
Allí me acerqué y puse en tus manos mis versos rudimentarios, me gusta esta palabra que raspa,
estas son nuevas líneas que dibujaron la voz de un político, el verbo altisonante del reportero,  la  seña nerviosa de una encargada de cultura perdida en el evento.  
Y allí estás con tu rostro cetrino y pétreo en mi boca que declama mi libro,  buscándome en las palabras una caída truculenta que se refiera a ti,
y me digas tu nombre y me digas que hace unos años te dije mi nombre.




Remiendo una red tan larga como el océano,
como el sol que  vaga inocente
sobre las cabezas,  
y las cabezas arrastran las  cabelleras
por un litoral tan largo como el viento,
que sacude  los techos de las casas
en un invierno tan largo en un mar tan ancho,
y un sol que  arde sobre las cabezas
que se llevó el tsunami.   Punto a punto
una voz a otra voz
que viene
con el ruido de las olas
rezumando la red.


Esta ansiedad y esta descomposición tan temprano, 
Cuando echo a circular mis piernas sobre el asfalto,
Y los niños corretean en mi entorno.
Mi  vista sigue a las endiabladas gaviotas que me cuelgan el mar y su roquerío
frente a mi puerta
y yo estiro mis articulaciones,
Reúno los circos que en mi vida hubo,
le sonrío a mis vecinos y le doy los buenos días,
y yo me siento lentamente en el escaño a esperar,
A esperar nuevamente
que el latido se reanime,
Y la esperanza colorea de golpe el lecho de mis uñas
y mis encías,
Siento mojada mi lengua,
Mi brassiere recupera su forma
Mi boca pronuncia, mi pantalón y mi vientre
Y  mis glúteos curvan su horizonte al sol.
Entonces mi honda respiración,
mi regocijo,

y digo en alta voz que quiero una fruta. 

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DAVID FERNANDO DUKE - PINTOR SALVADOREÑO

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