jueves, 6 de febrero de 2014

LOS NENÚFARES DEL LAGO

Carl Sagan

1
LA ROSA DEL FRASCO
El resto de una rosa
seca en un frasco
en mi estante de libros,
una pila
y unos lápices viejos,
unos aros naranjos,
el celular,
me abandonan.
Mi silenciosa quietud
contempla los objetos
mientras tipeo el computador
que escribe
por mi cuenta.
La rosa de una hija
para el día de la madre,
la pila no puede botarse
me dice el hijo ecologista,
mis aros,
el naranjo no es de esta estación,
y la estación
ya no recibe trenes.

2
DETRÁS DE LAS CORTINAS
Termina el año,
bebemos  de un veloz sorbo el champagne,
cómo así cambiáramos el rumbo
volando
con una frágil ala
en  la noche helada
sobre  paraguas
en esta ciudad distante del tumulto.


3
EL PATIO DE LOS CEREZOS
Ella levanta   sus ágiles pies  de su casa a mi casa,
llegará su hijo le digo a su oído,
suavemente la sostengo entre pilares y el  ramal cerca,
acentúo la voz al no oírme,
veintiocho años cruzando
de su vereda a la  mía
y disminuye el vuelo.
Deviene el lago
en sus cabellos dulces
como un arándano,
suave pez que cosecha en sus ojos
la verde  inquietud.
Su rostro magro en la puerta me dice
si tengo ají,   con obstinación me sigue
adentro,
ella no se rinde en la escalera hacia la muchedumbre
que no está con nosotros.

  
4
RUINAS DE HUANCHACA
En la Ruinas de Huanchaca paseo con él.
Su férrea voz
arrastra el viento
y sin perder el tiempo
una fumarola tizna
las nubes de mi encierro,
comprendí el vaticinio
de las copas nevadas.
Cambió mi padre sus recodos
llenó su voz
con  una sombra vieja
y las cabelleras largas
de unas niñas adolescentes.


5
MESA RURAL       
Esas mujeres no tejieron
sino en la escuela
la rural mesa de niños
que juegan con las ramas,
chapotean en un arroyo,
se miran entre cascadas
y humus cayéndose al manantial.
Corretean con los perros
por gruesos cúmulos
y la cámara   en la hierba mojada.
Un jinete a caballo  llama a un niño  y se sube,
sujeto a la espalda, 
la crin chamuscada por la sequía,
rodeado por  encinas y otros nativos,
sorprendente  galope aprieta
el cuerpo
que fue niño en otra fotografía.


6


Las historias pasadas ya no se cantan.
Tus brazos levantados en el calor sofocante
impresionaron a la concurrencia  
(pienso en la  última vez que te vi  desfalleciente),
en las gradas sentados
a contemplar las noches en ruinas
de tu relato,
¡cómo cantaste a la estrella aquella
que reconstruyes con tu imaginación,
y la vida no te rinde
en tus ganas de sacarle asombro
a la cuerda  del poema.

7
Se aparece en mis sueños
el caballero de la solapa que sostiene un clavel,
- su pelo rubio  que evoca  a Dylan se despeina-
y brindamos nuevamente
por su señorío.
En el puente azaroso por el viento y la lluvia
y tu pequeña boca que pronuncia
un río anglosajón con corazón andaluz
me dice que la contienda es desigual
y nuestros sueños fueron  demasiado largos
y se nos acaba la memoria.

  
8
ESTACIÓN DE VALDIVIA
Por  la estación
que el vientecillo luego de la lluvia algo nos farfulla
y somos dos palomas persiguiendo la miaja
arrancada por una manopla fría,
subimos a los trenes
que volcaron los gigantes
hacia la sed
y nos sugieren 
el  vaso de cerveza con su espuma
estilando por nuestras comisuras.
El añil,
el claro oscuro de los juncos
bajo las nubes blancas
y la diafanidad del horizonte
a nuestros ojos
me entristece,
porque la belleza cambia como la luz del sol
en las fotografías
que me has tomado en los oxidados fierros
y amarillean,
los adioses de los pasajeros del mil novecientos,
se llevaron el rumor a las ventanas del pasado,
el hedor de la pátina,
las vocecillas que nos tironean  y la vestimenta
nos interrogan,
mientras nos tomamos de la mano
y los hijos sueltan la carcajada
sobre una maquinaria
en la vieja estación.



9
Indio de ojos azules
en el asiento del pasillo,
me explicaste la corteza arbórea
de la región que anuncia un desierto,
tus manos atizando la llamarada
como si fuera  mi cuerpo,
el microclima San Jorge,  me dices,
y de santo tus ojos
y tu boca farfullaba en mi oído
el mar de tu cántaro atacameño,
tu túnica blanca y tus pies alados
inquietando  a los pasajeros del bus.
Compartimos la bebida, el sándwich,
me pasaste un libro y
mirábamos  por la ventanilla
hablando del terminal de tu pueblo.
Te bajaste  en el interior del valle  de un río  de unas parras,
de un fruto,
de un fruto que te dejaste calladamente.
  

10

Escribo tu sobrenombre en las rocas,
en la mirada de tus ojos lagartos
alucinándome la párvula adolescencia.
Se equivoca mi tristeza
de  melancolía dominical
y te hundes en el acantilado
con el agua que se pierde.
Hoy eres de niebla

para rezumar las perlas inútiles que respiro.

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DAVID FERNANDO DUKE - PINTOR SALVADOREÑO

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