Búscame detenidamente en las horas de las calles,
alguna vez caminé con mi nostalgia, en las plantas de las casas que interrogo, en
la sombra del farol viejo donde me confesé a las estrellas, en la luz de la luna hundida en un río, donde
frente a ella miré pasearse a los solitarios, búscame en la mojada estera después del amor, las huellas de dos cuerpos
quedaron como en la pradera dos tigres, retozando.
Tus palabras me persiguen y las descifro, porque así te buscaré, como un radar que me señala sin error el lugar donde nacimos nuevamente, porque yo te quiero ver surgiendo de los
objetos inertes, de los gritos extraños, del frío y del fuego, desharás mi cerebro para
extirpar la necrosis que ennegrece el tiempo, en el malévolo tiempo, y aunque
presienta la rueda acostada te voy a amar extraordinariamente como un cardo acaricia
el suave plumaje de un pájaro y lo oye trinar y se convierte en seda. Así oiré tu lascivo diálogo y responderé con
la fuerza roja de un volcán, enlazaré mi
mano a tu mano en un pacto libre. Tú, mi
predilecto ser que oculta el mundo para
que mis ojos inventen un paisaje en la posición de nuestros sexos en este absurdo, y nos recordemos poseyéndonos, infinitamente,
en el perímetro de los objetos que no existían. Anhelo tu cuerpo acercarse al
mío para entrar al mar con sa petite morte.
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