La abeja escribe en la
colmena su amargura.
En la silla abandonada por el peso de una sombra
se postra una mujer
como una flor
Sobre la rama.
¿Qué suministra el mar a
escondidas?
Que yendo a trabajar
malhumorada quise olvidarte,
como el arroz cayó,
y sabiendo el peligro a
resbalarme
y otras razones,
que no es hurtar lápices
al estuche que no es mío,
que no es cerrar los
ojos al salir del cine,
No es engañarme no es
estrellarme,
deseé encontrar la
hiedra
para aliarme al
pozo lleno,
sumergirnos
entre leones y
damnificados
hambrientos
que hacen ruido,
adiviné contigo
si la oscura mansión que divisamos,
la noche aquella de
vampiros en la niebla,
fue un pretexto
de arrimarnos
y obligados obsesivos,
arrancarnos,
pedazo a pedazo.
Y ya olvidamos todo
ahora que estamos
curados
de nosotros mismos,
Y retornamos al mismo peñón
desfigurado,
a morder los lobos
de nuestra piel.
Cae la noche sobre la
ciudad.
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