viernes, 18 de enero de 2013

Del libro inédito LAS CALLES de Ana Rosa Bustamante M.


LAS CALLES

1
¿Qué haces tú en medio de esta violencia? Las selvas están llenas de barro, manantiales y aguas esmeraldas. El tarascón al acecho. El insulto te apaga la risotada por vulgar, qué haces en medio de tantos disparates si le brindaste a la vida tu eyaculación de estrellas. ¿Qué haces tan listo a morir en medio de las muertes? ¿Qué magia me dejaste al fin y al cabo?

2
Me pediste volver a la mesa donde el vino se hizo agua y la conversación alteró los ánimos de los vivientes de la calle que no enviaron las flores al atardecer.
Yo no quería olvidarte, pues en mi pecho quedó la vida juntos,  yo quise avisarte que nos iríamos separados por estas patrias divorciadas por la historia insensata de los gobernadores.   Toda esa inquietud que me aniquila en esta oscura frontera.
Intentaré para siempre hasta el último sorbete del vino amargo, respirar las rosas marchitas sobre el delantal de la mujer triste que yace a diario sentada vendiendo sus yerbas.    Me pediste volver, me pediste volver adonde el  agua se quedó torrentosa y apagó la voz en la mitad de la ceremonia y no quiso escuchar más.
Ya no puedo responderle a la visión del carbonizado que ideó alguna vez un paraíso, y no pude soportar el golpe del martillo sobre el barniz rudimentario de su última habitación.
Todo ruge y rauda la brisa de las calles  se escucha y se huele como una lengua pegajosa que intenta hablar,  diseñar mapas mágicos para atraerte a la vida, porque  aunque el navegante haya perdido sus fuerzas y sus músculos hayan roto en las profundidades amenazantes todo interés por moverse,   hay un pensamiento minúsculo que yace entre sus paredes de carne y le grita y rasguña para rescatar al naciente nuevo.
Te quiero hablar, quiero estar y ser a tu lado un silencio al menos, una muerte al menos, porque no hay nada peor que el precipicio perpetuo.
  

3.

Anoche huiste como un gato extrañado después del trueno,
mis piernas yacían aún  como dos rayos afilados en la oscuridad y nuestros brazos
Se nos vinieron impetuosos como semiahogados del  río al cuerpo salvador.
Los vampiros se colgaron al techo y allí quedamos uno sobre el otro
Como un bebé en los pechos de la madre.
Anoche te fuiste corriendo y las ventanas sonaron y apagaron mi grito.
Ven a terminar la película, debo sobrevivir.
El torrente no ha devuelto los cuerpos…allí quedamos.


4.

Detendré la tarde que hicimos una vertiente amorosa y romántica
Y que ninguna calzó el sol debajo de tu cintura,
Nadie supo donde encontrar el nudo enloquecedor
y ninguna escribirá en la noche a oscuras el  testamento póstumo
ensuciado con la sangre periódica.
Aún así te quise como como una gata a sus polluelos como la rata al gato,
Con soberbia y rencor.
Así te quise
Como al aire el fuego,
Como la ropa  al cuerpo en un ruin invierno donde las gacelas no lucen con ganas
Su andar diminuto.
Todo nuestro amor fue encantadoramente absurdo porque los derrotados se quedaron en las calles convencionales y falsas.
Yo sé que tu maloliente piel luego de la carrera será yo,  la pecadora
La licenciosa de los patios, la deseada a muerte,
pero no es liberada la entrada a este circo mi vida.
No me jodas porque no habrá más ambición de ti, así al menos.
Solo tú y tu alejamiento me harán traerte como al animal la carroña.

5.

No me quieras a pedazos,
no  infrinjas la quietud a mis cuerpos,
no me ames mutilada.
Pues  seré la mentira,
una más del mundo.

6.

Ayer quietos como reptiles al acecho nos rendíamos a la música de la Orquesta Sinfónica en el Coliseo de Valdivia.
Olía tu perfume que me escupía la marca.  Tu marido con los ojos en el Desierto de Atacama, y los de tu hermana en la hondura de su último combo que aún estampado lo llevaba, seguramente,  en sus costillas. Tu madre, simpática, le comenté sobre Schubert, Chopin y otros, respondiéndome que solo ella estaba encantada con los salmos de la Biblia.   Le pregunté que si le gustaba el sexo, yo le escuché decirme que siempre quiso tocarlo.  Luego, del intermedio seguimos con el concierto y tu perfume y tu marido.


7.

Vestía de negro, su andar precipitado, una corbata amarilla lo anunciaba de antemano, Sr. Ruiz-Ochoa, dijo, se usa ahora unir los nombres, para dar realce al árbol genealógico.   El señor Ruiz-Ochoa me miró con displicencia, algo no frecuente, ya que siempre he observado que los hombres me miran dos veces, o tres, despende del día del mes.   Pasó sin un saludo, yo con mi portadocumentos bajo el brazo lo observé, lo llamé papá y me lancé a sus brazos, se disculpó diciéndome que lo confundía, pero como insistí y grité más fuerte me dijo:  no sea ridícula, tenemos casi la misma edad.   Me ofendí y me largué.  Lo hubiera ahorcado  con su corbata flaite.


8.

Los álamos mueven sus hojas,
el lodo cubre las hojas rojas
rojas las hojas que el aire agita los álamos sus hojas giran mueven
mojan.
Los álamos mueven sus hojas el lodo cubre las hojas rojas,
los álamos.
Y ellos unas líneas mecidas en el aire oscuro.
No son hojas son líneas amarrándose
gimiéndose tocándose como el aire los álamos en sus hojas.

 9.

Niño que me avienta el vestido para que yo te mire con tu canasto de especias
Sobre la vereda inútil del sol solitario,
Para que yo te hable de mis cuadernos de ayer, de mis hijos si los tengo.
Niño que aún en este tiempo en el portal  rodeado de dolientes tú me indicas culpable de no cuidarte.
Hoy te vi, te vi jadeante sobre los almácigos de la feria,
Niño abandonado en estas horas grandes del mundo, que parecía que la carencia está superada, dime tu madre qué cultiva en su balcón que tú lo vendes sobre la vereda. 
Las tiendas cierran sus vitrales,  los sombríos transeúntes no te ven, ni los frutos de las ramas han caído.   Cierra tu mercancía se hace tarde la tarde y la noche comienza.  Tu voz no debe murmurar que no oigan las cigarras ni el calmo pan se abra aún, vete a casa, no tengo nada que decirte, lo que callo no sé explicarlo.
Las horas se han quedado en un fulgor apagado y sofocan los  vuelos en los edificios viejos.

 10.

Lo único que se mueve en el comedor es la pelusilla verde de las ramas que envuelve la flor, el  agua es transparente, el viento mueve el  vidrio lo estremece, las sillas vacías y su tela estampada no está sucia. Nada vive en esta soledad rota de las voces asfixiadas, yo no puedo hablar, a quién decir que crece mi silencio y rompe el pecho de los memorables profesores muertos.  El chirrío de mi sangre en mi cerebro y la agitación de esa flor, no se calle en mi silencio ninguna voz de los objetos.


11.

Nací yo adonde llega el aroma del mar torciendo la roca celeste hacia el sol,
Encuentran  mis manos arena, dulce y seca bendito abalorio en luz tenue al final  de la noche,
automovilistas se oyen que corren, autopistas  amplias veloces hambrientas fatales y los canchones lejos,
llegan del pasado, del viento que mi madre ordenó en nuestro té de la tarde,
sumida quedó con su esperma una vela fuera del tiempo claro, la libélula oscura  y atractiva reminiscencia, la venta mundana.
La madera de la casa vieja del sur frente al lago, tú, yo,  olvidamos la  diminuta y profunda palabra,  el  escuálido sol nos enfría el té en mañana y nadie ya habla
de los  ventarrones en calma.
Aquí estoy habitando en un tibio esplendor de rosas color del vino y embriaga, se  ríen los niños de hoy,  bajo el sol,  como los tiuques graznan.

12.

Desde esta noche no me cubriré bajo la luna arrancándome los ojos de vergüenza, juro que esta noche hablaré en el silencio cuando sangre con mi  muerte, no confíes  en esta noche, que mis ropas serán saqueadas por el bárbaro tiempo del snob  y yo quiero sobrevivir en mitad del oficio triste de los destripados, los fatigados, los sordos, los que no contemplan la polilla en la luz.  Les tenderé mi mano, si decido salvarme.
13.

Quiero la quietud que hace, a pesar del frío,  sobre las calles el invierno. El mate y la leña que tempera nuestra casa.   Quiero las sombras idas en la esquina de mi infancia. Quiero la paz de las rosas que no han nacido.   Esperar tranquila sin miedo que las cosas sucedan como una luz voraz de oscuridad.

14.

El doble es bien remunerado.  Los dobles asisten al casino a  jugar con el doble de razón, falta plata para pagar el colegio particular, y la posición feliz de las veredas.  El doble discurso es hablar en dos idiomas, el otro no sabe lo que dice el  primero, entonces no sé sabe que embarrada se traerá la lluvia en la provincia hermosa, hay que mantener la armonía de la muchedumbre,  gritó en  la concentración, llegó a casa a bendecir el altar y mi boca será el mismo gesto doble de los torpes de espíritu, dos orejas,  dos brazos, todo dos, y dos ojos turnios. Doble cariñosamente doble.

15.

Tengo tapado un oído. Estoy malhumorada.  Todo se me nubla y el torbellino  me traduce mal los instantes. Han asesinado a los saltimbanquis.  Llamé al 133, y les expliqué la situación y mis deseos de vomitar.  Me dijeron que era la angustia que ya se me pasaría, pero les recalqué que los brincadores no tendrían santa sepultura.  Me  dijeron que luego de la angustia también pasaría el duelo, y no querría ya saber de ellos.  Ahora, que el mundo se termina, todos  han enloquecido.










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