En este momento, serena y ensimismada, me complace esta resolana de los días de invierno que suele instalarse en Valdivia. Remonto la memoria a las temporadas en Antofagasta cuando solíamos recibir en el Aeropuerto de Cerro Moreno a algún pariente. Pequeña y aislada entre mayores en el taxi, atenta a los gestos de júbilo y a los parlamentos comprensibles a mi edad que carecían de importancia en su contexto y siendo hoy la sonoridad de las palabras lo que evoco y la algarabía que disfrutaba silenciosamente, formando un paisaje visual, de colores pardos, sensorial de tiernos ritmos y oídos a ese instante donde más importante era la permanencia de la situación que el destino del transporte y el recibimiento de aquel familiar.
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