No me faltes.
No me faltes como ahora esas sombras invisibles
de mi jardín que reptan.
Alguien parte y yo me quedo
entre alborotos cotidianos
con esas sombras en su zócalo,
con mi nervio temblando,
empreñada de fuego
hacia los estadios vacíos
que pudiera
que pudiera
enflorar con tu verso lúcido,
desesperada en esta civilización.
Me asusta el impétigo cruzado
que ordena la justicia agotada de ofrendas,
que ordena la justicia agotada de ofrendas,
la ménade con su oriflama
llamando a la ternura.
No me faltes en este pequeño
trazo de sonrisa que dibujo
como anguila en el fondo del agua.
Temo al augur,
que no enrede mis discursos,
pues quedé afincada a tus ojos
para ensoñar
que no enrede mis discursos,
pues quedé afincada a tus ojos
para ensoñar
en los desvencijados pastelones
de la calle,
detrás del lúgubre farol
puedo ver tu amable rostro.
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